Lisa buscaba una segunda vida en sus letras. Estaba cansada de la experiencia terrenal. Todas sus mentiras la aburrían terriblemente. La existencia estaba colmada de situaciones positivas y negativas, milagros y desastres. Nada parecía cuadrar nunca. Se sentía menos estudiada que en la primaria. Era como si su educación le restaba verdadera sabiduría para existir en este mundo dual. Nadie la animaba ni la sacaba de sus trampas sinsentido. Entonces pensó que en el metalenguaje de las letras todo podría funcionar mejor. En el mundo de los libros, las historias eran todas interesantes y profundas, todo en ellas era verdad, hasta las de fantasía para Lisa existían en dimensiones alternativas. Lisa comprendió que era posible vivirse diferente tomando en cuenta las posibilidades que le ofrecía la literatura. Lisa se convirtió en alguien cósmico y escribió desde su alquimia y se aprendió a vivir diferente. Se reinventó con un ojo al gato y otro al garabato. Sabía menos y menos de la verdad porque en esta dimensión no existe y consiguió existir desde la aceptación y magia, desde la libertad, escuchando a lo lejos la carne temblar en sus letras. El problema de esta dimensión terrenal, pensó, eran los sentimientos, el éxtasis y el dolor en combinación extraña. No sentir para ella, no era opción, por eso sus letras contenían magia y carne. Es entonces que sus palabras cobraron fuerza, sólo entonces Lisa consiguió unir sus letras con la materialidad existencial inevitable, en sensualidad femenina, energía de deseo y misterio.
Lisa escuchaba sus conchas, recreando la verdad desde el corazón y la razón
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