Elias estaba cansado de caer en trampas aparentemente racionales que invadían la existencia moderna y dominaban sus pensamientos. Demasiado ruido en los paisajes modernos buscando argumentos en todo para convencerlo y dominarlo. Sus dudas existenciales se multiplicaban y sabía que debía investigarlo todo y a la vez tantas supuestas verdades aturdían sus días en la tierra. Es verdad que él también debería dejar de sospechar de todo y fluir más con su cotidiano, estar seguro de sus pasos en la tierra. Tampoco podía dejarse llevar por todo tipo de accidentes, los otros esperaban sus propuestas, sus posturas, su razonamiento. Sus amigos lo cuestionaban y él ya no sabía qué responder. Ya no quería avanzar solo en tales entramados en pelea entre la superstición y la ciencia. Entonces conoció a Ana y quiso estar cada vez más cerca de sus argumentaciones recargadas en la posibilidad de la pluralidad. La vida le exigió en el rostro de Ana acciones coherentes y sustentadas. Ana comenzó a frecuentar su café consentido y primero se sentó en su mesa para hacerle una encuesta para un estudio sociológico y después, dedujo que le gustaba y le respondió todo tipo de preguntas fuera del cuestionario. Decidieron continuar frecuentándose y Elias comprendió por fin en la mirada de Ana con su afán por encontrar el bien para todos que era importante investigar y analizar y que el problema era encontrar el equilibrio que normalmente surgía al involucrar al corazón en actos seguros y compartidos.
Elias encontró su identidad en Ana
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