Lía jugaba con sus historias de vida para descubrirse. Le gustaba compartirlas con Julio, era su espejo interior y guiaba sus risas y sueños. Lía se transformaba en un río de palabras en los brazos de Julio. Su camino era libre y seguro protegida por él. Caminaba de manera consciente hacia los designios divinos y se convertía de manera natural en su estandarte. Era tiempo de sintetizar lo aprendido en su experiencia de vida y compartirlo. Lía era convergencia de las historias de amigos y colegas. Le gustaba mirarse en los ojos de cada otro y sumar sus rostros al suyo. Devenían un sólo corazón y olvidaba sus complejos y rupturas existenciales. Todo se representaba en la letra alef. Lo comprendió al conocer su significado, canal del Uno, primera letra del alfabeto hebreo, de la estructura de su lenguaje interior y decidió transmitirlo en sus meditaciones y rezos cotidianos. Julio no conseguía entender esa intensidad de Lía, pero sabía calmar sus angustias por saber demasiado, pues al final, estaba convencido que nada sabemos como humanidad. La vida para Julio era absurda como en el mito infinito de Sísifo que se repetía sin sentido de manera infinita. En cambio Lía sentía una certeza interior que la guiaba con claridad a contarse en la mirada de los otros y completarse en Julio. Eran opuestos por completo en sus creencias y opiniones, sus discusiones eran complejas e interminables respecto a cualquier tema mundano o profundo, pero se amaban y respetaban, se dejaban ser y se escuchaban con paciencia. Para Lía la solución existencial se encontraba en el retorno, en el pre-lenguaje que nos llega al mundo a través de la letra alef, puente y canal de luz, estructura de vida simple y compleja a la vez. Desde las alturas la vida en la tierra se inventa con palabras que materializan y todo lo curan y curarán para contenerse en la letra alef. Los límites de la existencia se contienen así y juegan enrollándose y desenvolviendo acentos de amor a toda vida en la tierra. Para Julio no había solución, la vida era absurda y se repetía de manera interminable. Julio y Lía dialogaban en controversia y descansaban en la violencia pacífica de sus palabras. El conflicto se libraba en el metalenguaje y los dejaba existir en paz. Julio y Lía resumen quizás la historia de una humanidad anhelada que utópicamente soñamos alcanzar, libre de guerras a pesar de sus diferencias.
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