La narración se corta con las guerras por el shock que trauma y elimina la expresión. Son crisis que nos enmudecen y golpean. Necesitamos superar esta forma de promesas sin promesas y unirla con la explosión de la revolución tecnológica para comprender nuestra nueva narrativa humana y reubicarla positivamente. Nuestras narrativas son olas que expresan de diferentes maneras la historia y sus dinámicas cambiantes. Hay una promesa de eficacia mayor en los discursos sin prometer nada en realidad. En esta combinación actuamos y olvidamos el pasado cerrado. La narrativa debe retornar a transmitir emociones sin olvidarlas por buscar eficacia y priorizar la vida rápida. La política predomina con una narrativa sin emociones. La política debe rescatar los valores humanos y dejar de buscar bufones como representantes. No hay verdad en política pero es el respeto y movernos a una materia de hechos comunes que se transmitan en narrativas adecuadas, lejos del pesimismo y con valores. El hecho es y lo podemos interpretar y reinterpretar para buscar nuevas soluciones que abran los silencios del pasado y reconstruyan con uso adecuado de la tecnología a nuestro favor.
Caminar con las explosiones y capitalizar para ayudar más y mejor
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