Silvia caminaba a la sombra de la virtud pero lejos de la moral religiosa, quería alejarse de la idea del castigo, pero la reflexión ética la dominaba, sólo Simón le daba un recreo a su exagerada preocupación alrededor de una justicia laica en todo escenario. Simón la invitaba a vivir una vida simple y feliz, pero Silvia regresaba al vocabulario moral cuando Simón salía de casa. Una extraña tortura agobiaba sus horas sin Simón. La búsqueda de la justicia la perseguía. Los vicios de la cultura y la sociedad desataban en ella combates sin esperanza. Las cualidades del buen hombre de estado por ejemplo no lograban manifestarse como las soñaba y su idealización de los valores se desplomaba. Otros se preocupaban por sus intereses personales mundanos, Silvia evaluaba las nociones de la dignidad y la piedad desde el amanecer y el día no le alcanzaba para resolver sus ecuaciones abstractas y menos aún sus intentos por explicar los eventos del cotidiano dentro de estas nociones. Los modelos teóricos no aterrizaban y Simón la rescataba con la idea de una reunión social. En la cena entre amigos, en el por y el contra, Silvia, después de haber desatado una guerra de explosiones sin sentido, había decidido hablar lo menos posible y esperar llegar a casa para expresar en la intimidad con Simón, las razones del alma. Las dialécticas de Silvia y su síntesis se equilibraban en Simón, la vida de Silvia estaba enraizada en Simón y sólo podía manifestarse en pareja. Sin Simón, Silvia no tendría vía/via, sería una especie de Sil y tendría que cambiar de nombre y de existencia.
Universos dialécticos de Silvia en Simón
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