Los connatos spinocianos se refieren a perseverar
en la existencia, los objetos subsisten y el tiempo destruye. La fuerza de
perseverancia los mantiene hasta el triunfo del desgaste y del tiempo. Spinoza
desarrolla esta idea para dominar a las pasiones. ¿Y los suicidas?, se pregunta.
Se dejan morir, ya no tienen deseo ni voluntad de vivir. Todo ser tiene
voluntad hasta que ya no la tiene. El connatos es fluctuante y variable. No es
un bloque monolítico. Nuestras pasiones y afectos lo determinan. El paralelismo
de cuerpo y espíritu actúa en nosotros, dice Spinoza. Los dos están unidos y
actúan en unión. La fatiga nos enoja, es cólera y afecta a cuerpo y espíritu y
también lo positivo. El sueño afecta también cuerpo y alma. Si se afecta el
cuerpo repercute en el alma y viceversa. Las pasiones nos invaden y suben y
bajan la fuerza de connato, el deseo de perseverancia, fuerza del ser. El
apetito es necesario en el hombre en cuerpo y alma. El deseo es apetito consciente.
Algo que deseamos no es porque es bueno, lo deseamos y eso lo acomodamos como
bueno, es fuerza del ser, su potencia. La libertad debe sostenerse por el deseo
de vivir y el sabio es el que dirige sus pasiones y saborea la eternidad. Para
Levinas, controlar las pasiones y posponer los deseos egoístas es central para
poder centrarse en la misión de vida que se encuentra en asistir a todo otro y
ser su rehén. Levinas así es sabio y dirige sus pasiones. El problema viene
cuando hay muchos otros y entran en conflicto los temas de ayuda. ¿A quién
atendemos primero? Y si no seguimos la fuerza del deseo, la vida se apaga y la
fuerza de perseverancia muere. Quizás parte de la sabiduría está en dejar madurar
las situaciones, escuchar los llamados y atenderlos paso a paso.
Atender los llamados de la luz paso a paso
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