El otro no es medio para cumplir mis intereses,
hay una dignidad humana y no somos ni nosotros mismos objetos, somos un no
objeto, es distinguir entre el bien y el mal. Somos seres morales y eso es
nuestra humanidad. No es desencarnada, es posible vivir en ella en una realidad
compleja pata aterrizar decisiones en el bien. Las exigencias morales se
entrecruzan y nos confrontan constantemente. La dignidad humana se compromete
en muchas decisiones cotidianas. La moral kantiana es de principios y la
mentira siempre es condenable. El otro no es medio y está prohibido mentir en
todo momento. No podemos desconectarnos de la realidad y debemos aprender de
cada una de nuestras decisiones. El bien y el mal se degrada y nos lleva al
infinito. Debemos cuestionar nuestras intenciones y decidir y actuar sin hacer
de los demás ni de nosotros mismo, objetos con fines utilitarios. Así, Levinas
nos habla del concepto de estar ahí, es cuando estamos dispuestos a morir por
el otro y nos damos cuenta de que es nuestra misión asistirlo, estamos para él
y dispuestos a todo por él pues apreciamos su vulnerabilidad. Estar en el mundo
es leernos de acuerdo con nuestras relaciones y nuestros trabajos, vínculos en
el mundo para relacionarnos a cada paso con todo otro y asistirlo. De estos dos
conceptos entra Levinas en Kant, en la idea de una ética universal
interiorizada con su imperativo categórico que nos lleva a actuar en el bien,
en dignidad, en correspondencia con nuestra humana humanidad. De aquí se desprenden
los derechos humanos universales que deben aplicarse de manera individual y colectiva,
lejos de todo interés.
Lunas guardan su fuerza para ayudar a todo otro
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