El marqués de Sade es escritor, pero más bien
filósofo con su sadismo, entre su perversidad se permea un pensamiento
coherente, una visión del mundo que eleva a un pensamiento filosófico. Es
monstruoso física y moralmente. Deprava su pensamiento perverso, pero él quería
liberar las rígidas restricciones morales sociales. Su monstruosidad es humana
y se nos aparece en dualidad con presencia del otro y del mismo. Es empático y
eso nos atrae a él. Su propuesta atrae y despierta, pero distorsiona en su
perversidad y nos atrae porque somos pervertibles. De hecho, la perversión la
tenemos a un paso. Es un aspecto cerebral el ser empáticos. Ver a otro sufrir
nos lastima. Nos podemos sustraernos de nuestra sensibilidad y tendemos a
dejarla fuera. Lo malo es cuando la empatía se torna perversión, y derivar
placer de nuestras oscuridades. Es lo que hace Sade. Nos sacude su propuesta y
rompe con rigideces morales, pero no me parece positivo caer en la perversión
que es monstruosa y animal. Creo que nuestra humanidad es ante todo
racionalidad sensible y no depravación. Es elevar nuestra ética y moral y no al
revés y voltear los valores, burlarse de todo al obtener placer del mal,
tornarlo vicio. Voluntad de poder es fuerza creativa y la de Sade es destructiva.
Para Sade no hay dialéctica como en la voluntad de poder, es sólo inversión de
valores. En mi perspectiva, ninguna de estas dos visiones filosóficas es válida.
Ayudan al romper rigideces y concientizarnos de áreas de nuestras
potencialidades humanas, pero de ahí, me parece que debemos superar a estos
autores y volver a la ética en razón y sensibilidad tal como lo sugiere
Levinas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario