Me gustaría hablar de lo sagrado en tiempos de crisis bajo la perspectiva
de Emmanuel Levinas. Es decir, lo que pienso respondería a esta pregunta a
partir de mis investigaciones sobre su obra. Podemos interpretar los tiempos de
crisis como nuestros tiempos y buscar cómo podemos ayudarnos a través de las
enseñanzas que nos dejó Levinas, de su pensamiento filosófico. Creo que Levinas
tiene mucho que aportarnos e iluminarnos para enfrentar los tiempos de crisis
que estamos viviendo en diferentes áreas. La crisis que él vivió, el genocidio nazi,
la segunda guerra mundial, en su tiempo, es el origen mismo de sus aportaciones,
detonador de sus reflexiones y hallazgos. La nuestra descansa en la falta de
interés y de valores, el exceso de oferta, el consumismo y la carencia de
soluciones reales a nuestros problemas. El mundo globalizado deja cinturones de
miseria tras de sus avances tecnológicos que crean mercados y oportunidades sólo
para algunos y con dicho mundo se dan fuertes migraciones que no consiguen
inserción laboral ni a servicios. El consumismo se desata y persisten la
violencia y la falta de vínculos sanos de convivencia, la oposición sin
soluciones reales, las guerras, terrorismo y desacuerdos que parecen
insalvables. Se suman los efectos de la pandemia, económicos y sociales. Para
Levinas lo sagrado no está en el retiro a la cabaña ni en la contemplación, su
crisis vivida, el genocidio nazi en particular, como judío, le hizo ver el origen
del problema en la falta de ética como filosofía primera centrada en el otro,
en la escucha, en atender a su llamado como misión existencial desde el ahora y
la acción presente. Lo sagrado no es evadirse, es atender al otro en términos
levinasianos, convertirnos en su rehén y abrirnos en sensibilidad a nuestro
lado humano. Nuevamente hoy, la solidaridad y solución a nuestros problemas
pienso que radica en el otro, en escucharlo y atenderlo, en darle prioridad
respecto al egoísmo y materialismo imperantes.
Nuestra crisis puede comprenderse mejor a través de la propuesta de
Dussel y de su camino a la teoría de la liberación para el caso latinoamericano
en particular, pero el corazón del problema se reproduce en todo el mundo,
incluso en las sociedades desarrolladas. El americano centrismo nos dice Dussel, comienza
por ser eurocentrismo desde 1492 y se desarrolló en Europa con el colonialismo,
es racista, también de género, machista y fue una civilización con idea de
universalidad y de modernizarse bajo su referente. Son muchos explotados y
dominados por Europa. Después de la segunda guerra mundial se americaniza el
mundo y Estados Unidos absorbió a Europa. El americano centrismo nos domina y
se nos proponen en los medios sus ideales. El ciudadano quiere vivir bajo esos
ideales. “El mall” es el sueño dorado de todo habitante. La clase media anhela
esos sueños modernos. Buscamos ser países de primer mundo en todo
américa-latina y esos avances son rechazados por el pueblo que busca PAZ. Se
nacionaliza mucho para dar a la población y todos quieren más productos y más
consumo. Nos empobrecemos y si baja la clase media es peligroso y se dará la
conciencia de que es un camino largo y nada fácil el que nos espera. Los
migrantes llevan sus mitos consigo y qué pasará con la práctica política de los
migrantes a Estados Unidos y Europa. Son cambios lentos y se conocen
experiencias nuevas. El mundo se achica y es necesario un diálogo permanente.
La realidad actual debe reflexionarse desde estos diálogos abiertos e
inclusivos nos dice Dussel. El blanco puede ser minoría en unos años. Los
intercambios deben ser educativos para comprender estos fenómenos migratorios.
Las malas predicciones de oriente hacen escapar a la gente y llegan a Europa.
En México desde la injusticia de Estados unidos hacia nosotros se provoca
pobreza y se genera la emigración. Cómo se puede lograr una nueva izquierda
latinoamericana que haga crecer a la clase media se preguntan sus alumnos. En
1970 Dussel crea la filosofía de la liberación.
Para
Levinas ese diálogo se debe presentar como asimétrico en términos
desinteresados y como rehenes de todo otro y de toda causa. Podemos pensar en
Hegel también con su visión totalizadora planteada en términos dialécticos de
dominante-dominado, visón que Levinas rechaza para remplazarla por en infinito
que acepta seres incompletos, inacabados y responsables de su presente, en
acción hacia el otro. El origen mismo de nuestra crisis recae en esta visión
totalizadora dominante-dominado que no acepta nuestra imperfección y llevó al
genocidio nazi buscando como trasfondo la idea del cuerpo perfecto exterior
griego. Podemos aquí referirnos a la visión distinta de Levinas y su
aproximación al rostro del otro que no etiqueta y se ofrece a asistir a todo
otro desde la apertura y no para dominarlo y controlarlo, explotarlo como se
tiene a pensar en nuestras sociedades occidentales. Este enfoque de vida
continúa siendo la raíz de nuestros problemas y de nuestra crisis actual a mi
manera de verlo.
Totalidad e infinito en Levinas
En esta obra,
Levinas nos expone que el infinito es el rostro del otro en la relación con el
otro. Es un ser exterior absolutamente. No es equivalente a distancia
sujeto-objeto. El yo es para. El otro se opone a todos mis poderes y no se deja
dominar. Su libertad me expulsa y me mido con él, a través sus ojos sin
defensa. Su mirada me obstruye toda conquista, es resistencia ética que detiene
mi imperialismo irresistible. Su resistencia es acceso a una realidad otra. El
otro está más cerca de Dios que yo y la justicia bien ordenada empieza en el
otro, lo sagrado para Levinas.
Mi judaísmo
me aproxima a Levinas, pero lo más fuerte está en otra parte quizá, en la mirada
distinta que propone desde mis raíces judaicas, distancia del judaísmo central.
Su pensamiento busca el universalismo judío y no
sus particularismos. Universalismo en cuanto a sus valores éticos centrados en
el otro, en lo sagrado del otro. Su estilo de escritura y pensamiento me lleva
en un soplo, me atrapa y obsesiona quererlo aplicar en mis relaciones
interpersonales, quererlo aterrizar y transmitir, quererlo reflexionar mil
veces y replantear con ayuda de otros filósofos y desde nuevas perspectivas. El
viejo Levinas se agudiza. Su posición es muy importante en Francia y ahora en
occidente en general. Su notoriedad será tardía, posterior a Sartre y Merleau
Ponty, es un filósofo más reciente.
El nudo de su proposición yace en la idea del
infinito que es el otro en la experiencia, en la estructura cósmica y no del
mundo social humano que podemos extrapolar a partir de esa relación. Es una relación absolutamente exterior la que se da con el
otro.
Descartes es su núcleo pero va más allá del “
pienso, luego existo” que permanece en el Mismo, en un mundo sensible. El
infinito nos sobrepasa y no entra en nosotros, no logramos contener el
infinito, sólo la idea, es una distancia absoluta. Para Descartes esta idea no
es interior. El conocimiento es integrado como tema frente a mí, es economía
del Mismo. La idea del infinito resiste y no se deja incorporar. Es signo de
este rechazo, no es alcanzable. El infinito es el absolutamente otro.
Hay relación entre el infinito y la alteridad. El
otro está fuera pero su exterioridad es diferente a la del resto de los
objetos, no se deja someter, es presencia del mundo. El lazo de apropiación
mata, el otro no es cosa, no se puede reducir a la identidad, es combate y
violencia. ¿Cómo podemos lograr la paz que sugiere Levinas? Otro yo no es
objeto y no es en realidad otro yo, sería ignorar su alteridad, no es mi clon.
Levinas propone la alteridad absoluta e infinita. El infinito es el otro. Es
exterioridad que fuerza los límites de mi cabeza. El pensador es más que yo y
no viene de mi interior, mi relación es por fuerza asimétrica. El otro no se
deja seducir a todos mis poderes. Es aspecto espacial el otro y me resiste,
presa y víctima.
Esta resistencia es contra el imperialismo del
Mismo, es lucha con energía de obstrucción que quiere resistir a todos mis
poderes. La aparición del otro es una competencia que no me deja dominarla. La
manifestación de lo que aparece y resiste a todos mis poderes. Me mido con el
otro y esa epifanía es vulnerabilidad en su rostro, su fragilidad es lo que me
doblega porque no es contra fuerza. El rostro es debilidad desnuda que me vence.
Su interpelación me vence y su silencio me doblega. El rostro me prohíbe
matarlo, su aparición me congela, es sentido, palabra, logos. La alteridad es
ética, no es yo ni objeto, es rostro que en silencio me dice no matarás, es
debilidad contra fuerza, epifanía frente al poder, se sostiene frente a
nuestros poderes. La resistencia ética es la presencia del infinito. Es
apertura a través de la relación con el otro.
Sólo la alteridad absolutamente otra es respeto y
es ética y justicia, el otro está más cerca de Dios y es trascendencia y me
salgo de mi imperialismo.
El único acceso a
Dios es a través del otro. Dios es el rostro del otro. Montaigne dice cómo un
mendigo podía tener paciencia en playera en invierno, y usted tiene el rostro
descubierto y yo soy todo rostro le dice el mendigo.
Queremos tutear al otro, hay contacto directo a
Dios, es sólo a través del otro para Levinas. Se esconde y lo debemos buscar en
un misterio continuo.
La obra de Levinas es inmensa y múltiple. Como
lector se ve su evolución con ese cambio después del nazismo y de Heidegger y
hace su alternativa a él buscando cómo puedo responder a la justicia a través
del rostro del otro.
El acercamiento al otro es vertiginoso y sacude
para que se pueda hablar de justicia. Para Ricoeur en sí mismo como otro,
el vértigo nos lleva a abordarnos como otro, ¿se puede? Respeto es distancia
para Ricoeur. Es en términos auditivos, para Levinas, no es visual. Teología y
ética son las dos tablas de la ley. Dios es creador y pasa al otro siempre en
el otro. Como atributo de Dios es un mandamiento trabajar con el otro. Vemos
que el pensamiento levinasiano no se agota ni logra encasillarse, es poesía
misma que nos obliga a cuestiona la violencia de nuestras relaciones
ensimismadas para dotarlas de justicia, de rostro, de distancia y respeto que
nos inviten a no buscar dominar y ver la fragilidad en todo otro y su necesidad
de ser ayudado por nosotros aún y en especial, desde su silencio más profundo.
Atrapar al otro para ayudarlo, pero se esfuma,
ayudarlo mejor en apertura
Podemos sensibilizarnos bajo la perspectiva de Levinas y comprender como
el otro es puente a Dios y es lo sagrado
en acción para asistirlo, en el presente.
En contraposición a Hegel y su
visión totalizadora, también tenemos a un Schopenhauer sólo y dando vueltas en
la nada y extrañado de su nada, se llena de sus propios paseos y reflexiones.
Hegel tiene éxito y él no, y él va en su contra, se llena de Kant y de sus
poetas consentidos son Calderón y Shakespeare. Es él filósofo pesimista y a la
vez nos consuela de cómo es posible acomodarse en esta vida de sufrimiento y
lucha por no morir. El deseo es superado y luego llega el aburrimiento. Según
él, el arte es para consolarnos de la vida y de su mecánica adversa y ayudarnos
a escapar. En su metafísica del amor nos muestra que la naturaleza se sirve de
nosotros y por ninguna razón en especial, sino que es su fuerza de vida.
Nuestro autor es un metafísico que se basa en Platón y Kant y su descubrimiento
del mundo hindú. Para Schopenhauer está lo que es, la cosa en sí, la voluntad,
un ser sin razón, es absurdo y su representación es ya lo racional que lo
explica, una cadena de causalidad que empieza en voluntad pura, no dialéctica como
en Hegel.
La esencia es el
fenómeno para Kant y Schopenhauer va más lejos diciendo que este inicio es la
voluntad pura y absurda, sin fondo. El fenómeno es más bien apariencia y a la
vez lo toma como mundo objetivo. Esta extraña dualidad se la han criticado pues
al final el hombre tiene lenguaje y conceptos y el animal, no en el mismo
nivel. La realidad es objetiva y es ilusión y es ése el sufrimiento. La ilusión
del arte nos ayuda a vivir. La voluntad es fuerza de deseo que se representa.
La voluntad desea y el mundo es espejo de esta voluntad. La vida es compañera
inseparable de la voluntad. Sin voluntad llega la muerte y nos mata todo deseo.
Caemos de nuevo al vacío. Con voluntad de vida el deseo es voluntad de ser, es
manifestación de fuerzas físicas: exhibición de fuerzas distintas.
Para un Levinas
esa voluntad debe estar dada por el otro y nuestra misión sería voluntad de
vida para ayudar a todo otro. Me parece inspirador porque al final, toda
voluntad de vida es deseo con un objetivo que da la motivación existencial y
esa motivación debe estar puesta en el otro en donde la vida se torna sagrada,
cada instante nos elevamos al utilizarlo para asistir al otro.
Desafortunadamente no es lo que sucede en la mayoría de los casos y las
motivaciones se han tornado muy materialistas y utilitaristas para sí mismos y
nos llevan a nuestra crisis en valores, social y económica. La vida puede ser
sufrimiento y Schopenhauer la resuelve en los gustos que se da o con el arte.
Levinas no ve el sufrimiento así, pues para el judaísmo la vida como sea es la
oportunidad de ayuda y de ir más allá del deseo personal y egoísta. En extremo,
escuelas más ascéticas elevan el dolor personal para darle al otro y ello es lo
más ejemplar. Pienso que no es necesario tanto ascetismo, sin caer en excesos, es
ponernos al servicio del otro lo importante. El otro al centro debe ser el
corazón de toda acción en todo momento, es lo sagrado que nos eleva como
humanidad, nos diría Levinas. Y me parece que el arte nos ayuda a escuchar mejor
pues sensibiliza y aproxima (Levinas no exploró esta sensibilización a través
del arte y le tuvo reserva por poder transformarse en una forma más de evasión).
Estos caminos son éticos y espirituales y creo que prometen elevarnos como
humanidad y encontrar lo verdaderamente sagrado en el otro, motor existencial.
Caminos se abren a la vida con el otro al centro, en sensibilidad, para
darle lo que necesita
Para llegar a lo
que el otro necesita, no se trata de leerlo desde mis ojos, sino de poderme en
su lugar. En canal encuentro de Darío Sztajnszrajber
escuché estas ideas de Levinas, sus conceptos y metáforas revitalizadas al
salir del libro a la calle, es muy interesante y me deja en gran reflexión.
Darío busca la filosofía de la calle, el por qué en casa y en un río y sobre
todo con el otro en la ciudad en este caso. Darío busca apropiarse de los
conceptos de los grandes filósofos y llevarlos al cotidiano para invitarnos a
reflexionar fuera del sentido común establecido, emanciparse. En este caso el
viaje es a través de Totalidad e infinito jugando con el ausente en la
filosofía occidental según Levinas. Puedo conocerlo o al abordarlo lo pierdo.
Es tratar de
entender nuestra relación con otros. ¿Pero sabemos qué es otro?, no sabemos
definirlo, ¿cómo expresarlo?, ¿qué es, a qué me refiero?, es quizá lo que no
soy, lo que me excede.
Se trata el otro
de otros posibles, vínculos afectivos, relaciones cercanas o nacionalidades, es
lo diferente a mí y la gran pregunta nos dice Darío es cómo me relaciono porque
hay conflicto siempre y normalmente lo obligo a ser lo que no es. El padre
supone un modelo de realización personal, ¿cómo liberarnos sin romper
relaciones? Defino que es otro porque es de una alteridad irreductible,
exterioridad, paradoja de la otredad, más le quito su otredad y su diferencia en
el camino de relacionarme con él. Quiero encajarlo y no lo respeto, me vinculo
y deja de ser otro, pierde su singularidad. Levinas queda traumado con la
experiencia de los campos de exterminio en donde el otro desaparece. Le
molestaba que lo degradaran como filósofo y que lo comprendieran sólo como
judío y separó ambos aspectos en sus publicaciones. Ello me parece como la idea
de dos otros en uno mismo y quizás también tenemos muchos otros dentro y nos
vinculamos a ellos de diferentes maneras. Además, me parece que, comprender
nuestra aproximación al otro nos ayuda a la propia integración.
Algo total está
cerrado y su propia verdad es única. Hacemos del sí mismo el todo y el resto lo
excluimos. Ese resto es infinito para Levinas. Descartes decía que el infinito
es lo que me desborda. Pero somos finitos y cómo lo pensamos, es otro que me
saca de mí mismo. Trato de domesticarlo y esa diferencia me interpela.
Preconcepto del
otro, prejuicios de nosotros, errores, somos persona fuera y dentro, trabajo,
lugares, número, nos invisibilizan en un rechazo normalizado y excluyente. Al
excluir lo de adentro que no es social cortas al otro.
La metáfora del
rostro de Levinas, es interesante dice Darío porque el rostro se nos acerca y
es inalcanzable, está radicalmente lejos y genera en mí algo diferente. Hay
alguien detrás del rostro que vive y solicita. La debilidad lo caracteriza, su
vulnerabilidad, es el extranjero, no tiene patria, no es parte de lo común, es
débil siempre y ejerce un poder sobre mí. Mi responsabilidad ante él es
infinita. Debo destruirlo o defenderlo y para Levinas es más importante
priorizarlo y abrirme a la otredad. El otro viene con su singularidad y lo “desotramos”.
Nos confronta con un dilema ético, viene a pedir y molesta. Me exige tener que pelearme
con mi propia singularidad. ¿Le das tu comida o no?, ¿a quién priorizas?,
¿soportas al otro o aprendes de él?
Una idea clave que
propone Levinas en estas decisiones es la de hospitalidad, estar siempre
abierto a lo que el otro necesita, el otro va primero, es su prioridad.
Por último, nos
habla Darío de la metáfora de la caricia en Levinas que dice que aproximamos a
través de ella al otro que es pareja, hijo, animal y no hay deseo de por medio,
aquí. Se trata de comprender en distancia que descubre en misterio, es
reconocimiento. Con esto podemos acercarnos y no desotrarlo, salirme de mi y
que sea el otro siempre prioritario.
Me quedo en gran
reflexión, ciertamente podemos poner en práctica estas metáforas levinasianas
en todas nuestras relaciones, pero es verdad que logramos bien poco aún y poco
sabemos priorizar al otro pues tememos desaparecer nosotros mismos. Quizás podemos imponernos
el reto cotidiano de escuchar más y ser más para otros en términos de
proporción, Un llamado interior es sano y es duración de tiempo Bergsoniana o mundo
sensible de Descartes, mundo racional para después acceder al tiempo del otro en
exterioridad, lograr dar siempre como prioridad y conservar un yo para dar cada vez en mayor proporción capaz de dar en autoconciencia. El reto es evolucionar y no
quedarnos en el Mismo. El bebé debe avanzar y lograr dar en una etapa madura desinteresadamente
desde la exterioridad y no sincronizando al otro en sí mismo. Es lo que Levinas llama
diacronía y representación que proviene de la tercera meditación de Descartes. Es
inspiración ética y futuro, profecía. Es la idea del infinito de la que habla
Descartes y el mandamiento al cuál nos mueve a actuar el rostro del otro como un
imperativo categórico kantiano que eleva en santidad a toda existencia (Levinas,1991).
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