Grace Nehmad

domingo, 24 de octubre de 2021

Aproximar al otro en diacronía

 

Me gustaría hablar de lo sagrado en tiempos de crisis bajo la perspectiva de Emmanuel Levinas. Es decir, lo que pienso respondería a esta pregunta a partir de mis investigaciones sobre su obra. Podemos interpretar los tiempos de crisis como nuestros tiempos y buscar cómo podemos ayudarnos a través de las enseñanzas que nos dejó Levinas, de su pensamiento filosófico. Creo que Levinas tiene mucho que aportarnos e iluminarnos para enfrentar los tiempos de crisis que estamos viviendo en diferentes áreas. La crisis que él vivió, el genocidio nazi, la segunda guerra mundial, en su tiempo, es el origen mismo de sus aportaciones, detonador de sus reflexiones y hallazgos. La nuestra descansa en la falta de interés y de valores, el exceso de oferta, el consumismo y la carencia de soluciones reales a nuestros problemas. El mundo globalizado deja cinturones de miseria tras de sus avances tecnológicos que crean mercados y oportunidades sólo para algunos y con dicho mundo se dan fuertes migraciones que no consiguen inserción laboral ni a servicios. El consumismo se desata y persisten la violencia y la falta de vínculos sanos de convivencia, la oposición sin soluciones reales, las guerras, terrorismo y desacuerdos que parecen insalvables. Se suman los efectos de la pandemia, económicos y sociales. Para Levinas lo sagrado no está en el retiro a la cabaña ni en la contemplación, su crisis vivida, el genocidio nazi en particular, como judío, le hizo ver el origen del problema en la falta de ética como filosofía primera centrada en el otro, en la escucha, en atender a su llamado como misión existencial desde el ahora y la acción presente. Lo sagrado no es evadirse, es atender al otro en términos levinasianos, convertirnos en su rehén y abrirnos en sensibilidad a nuestro lado humano. Nuevamente hoy, la solidaridad y solución a nuestros problemas pienso que radica en el otro, en escucharlo y atenderlo, en darle prioridad respecto al egoísmo y materialismo imperantes.

Nuestra crisis puede comprenderse mejor a través de la propuesta de Dussel y de su camino a la teoría de la liberación para el caso latinoamericano en particular, pero el corazón del problema se reproduce en todo el mundo, incluso en las sociedades desarrolladas. El americano centrismo nos dice Dussel, comienza por ser eurocentrismo desde 1492 y se desarrolló en Europa con el colonialismo, es racista, también de género, machista y fue una civilización con idea de universalidad y de modernizarse bajo su referente. Son muchos explotados y dominados por Europa. Después de la segunda guerra mundial se americaniza el mundo y Estados Unidos absorbió a Europa. El americano centrismo nos domina y se nos proponen en los medios sus ideales. El ciudadano quiere vivir bajo esos ideales. “El mall” es el sueño dorado de todo habitante. La clase media anhela esos sueños modernos. Buscamos ser países de primer mundo en todo américa-latina y esos avances son rechazados por el pueblo que busca PAZ. Se nacionaliza mucho para dar a la población y todos quieren más productos y más consumo. Nos empobrecemos y si baja la clase media es peligroso y se dará la conciencia de que es un camino largo y nada fácil el que nos espera. Los migrantes llevan sus mitos consigo y qué pasará con la práctica política de los migrantes a Estados Unidos y Europa. Son cambios lentos y se conocen experiencias nuevas. El mundo se achica y es necesario un diálogo permanente. La realidad actual debe reflexionarse desde estos diálogos abiertos e inclusivos nos dice Dussel. El blanco puede ser minoría en unos años. Los intercambios deben ser educativos para comprender estos fenómenos migratorios. Las malas predicciones de oriente hacen escapar a la gente y llegan a Europa. En México desde la injusticia de Estados unidos hacia nosotros se provoca pobreza y se genera la emigración. Cómo se puede lograr una nueva izquierda latinoamericana que haga crecer a la clase media se preguntan sus alumnos. En 1970 Dussel crea la filosofía de la liberación.

Para Levinas ese diálogo se debe presentar como asimétrico en términos desinteresados y como rehenes de todo otro y de toda causa. Podemos pensar en Hegel también con su visión totalizadora planteada en términos dialécticos de dominante-dominado, visón que Levinas rechaza para remplazarla por en infinito que acepta seres incompletos, inacabados y responsables de su presente, en acción hacia el otro. El origen mismo de nuestra crisis recae en esta visión totalizadora dominante-dominado que no acepta nuestra imperfección y llevó al genocidio nazi buscando como trasfondo la idea del cuerpo perfecto exterior griego. Podemos aquí referirnos a la visión distinta de Levinas y su aproximación al rostro del otro que no etiqueta y se ofrece a asistir a todo otro desde la apertura y no para dominarlo y controlarlo, explotarlo como se tiene a pensar en nuestras sociedades occidentales. Este enfoque de vida continúa siendo la raíz de nuestros problemas y de nuestra crisis actual a mi manera de verlo.

Totalidad e infinito en Levinas

En esta obra, Levinas nos expone que el infinito es el rostro del otro en la relación con el otro. Es un ser exterior absolutamente. No es equivalente a distancia sujeto-objeto. El yo es para. El otro se opone a todos mis poderes y no se deja dominar. Su libertad me expulsa y me mido con él, a través sus ojos sin defensa. Su mirada me obstruye toda conquista, es resistencia ética que detiene mi imperialismo irresistible. Su resistencia es acceso a una realidad otra. El otro está más cerca de Dios que yo y la justicia bien ordenada empieza en el otro, lo sagrado para Levinas.

Mi judaísmo me aproxima a Levinas, pero lo más fuerte está en otra parte quizá, en la mirada distinta que propone desde mis raíces judaicas, distancia del judaísmo central.

Su pensamiento busca el universalismo judío y no sus particularismos. Universalismo en cuanto a sus valores éticos centrados en el otro, en lo sagrado del otro. Su estilo de escritura y pensamiento me lleva en un soplo, me atrapa y obsesiona quererlo aplicar en mis relaciones interpersonales, quererlo aterrizar y transmitir, quererlo reflexionar mil veces y replantear con ayuda de otros filósofos y desde nuevas perspectivas. El viejo Levinas se agudiza. Su posición es muy importante en Francia y ahora en occidente en general. Su notoriedad será tardía, posterior a Sartre y Merleau Ponty, es un filósofo más reciente.

El nudo de su proposición yace en la idea del infinito que es el otro en la experiencia, en la estructura cósmica y no del mundo social humano que podemos extrapolar a partir de esa relación. Es una relación absolutamente exterior la que se da con el otro.

Descartes es su núcleo pero va más allá del “ pienso, luego existo” que permanece en el Mismo, en un mundo sensible. El infinito nos sobrepasa y no entra en nosotros, no logramos contener el infinito, sólo la idea, es una distancia absoluta. Para Descartes esta idea no es interior. El conocimiento es integrado como tema frente a mí, es economía del Mismo. La idea del infinito resiste y no se deja incorporar. Es signo de este rechazo, no es alcanzable. El infinito es el absolutamente otro.

Hay relación entre el infinito y la alteridad. El otro está fuera pero su exterioridad es diferente a la del resto de los objetos, no se deja someter, es presencia del mundo. El lazo de apropiación mata, el otro no es cosa, no se puede reducir a la identidad, es combate y violencia. ¿Cómo podemos lograr la paz que sugiere Levinas? Otro yo no es objeto y no es en realidad otro yo, sería ignorar su alteridad, no es mi clon. Levinas propone la alteridad absoluta e infinita. El infinito es el otro. Es exterioridad que fuerza los límites de mi cabeza. El pensador es más que yo y no viene de mi interior, mi relación es por fuerza asimétrica. El otro no se deja seducir a todos mis poderes. Es aspecto espacial el otro y me resiste, presa y víctima.

Esta resistencia es contra el imperialismo del Mismo, es lucha con energía de obstrucción que quiere resistir a todos mis poderes. La aparición del otro es una competencia que no me deja dominarla. La manifestación de lo que aparece y resiste a todos mis poderes. Me mido con el otro y esa epifanía es vulnerabilidad en su rostro, su fragilidad es lo que me doblega porque no es contra fuerza. El rostro es debilidad desnuda que me vence. Su interpelación me vence y su silencio me doblega. El rostro me prohíbe matarlo, su aparición me congela, es sentido, palabra, logos. La alteridad es ética, no es yo ni objeto, es rostro que en silencio me dice no matarás, es debilidad contra fuerza, epifanía frente al poder, se sostiene frente a nuestros poderes. La resistencia ética es la presencia del infinito. Es apertura a través de la relación con el otro.

Sólo la alteridad absolutamente otra es respeto y es ética y justicia, el otro está más cerca de Dios y es trascendencia y me salgo de mi imperialismo.

El único acceso a Dios es a través del otro. Dios es el rostro del otro. Montaigne dice cómo un mendigo podía tener paciencia en playera en invierno, y usted tiene el rostro descubierto y yo soy todo rostro le dice el mendigo.

Queremos tutear al otro, hay contacto directo a Dios, es sólo a través del otro para Levinas. Se esconde y lo debemos buscar en un misterio continuo.

La obra de Levinas es inmensa y múltiple. Como lector se ve su evolución con ese cambio después del nazismo y de Heidegger y hace su alternativa a él buscando cómo puedo responder a la justicia a través del rostro del otro.

El acercamiento al otro es vertiginoso y sacude para que se pueda hablar de justicia. Para Ricoeur en sí mismo como otro, el vértigo nos lleva a abordarnos como otro, ¿se puede? Respeto es distancia para Ricoeur. Es en términos auditivos, para Levinas, no es visual. Teología y ética son las dos tablas de la ley. Dios es creador y pasa al otro siempre en el otro. Como atributo de Dios es un mandamiento trabajar con el otro. Vemos que el pensamiento levinasiano no se agota ni logra encasillarse, es poesía misma que nos obliga a cuestiona la violencia de nuestras relaciones ensimismadas para dotarlas de justicia, de rostro, de distancia y respeto que nos inviten a no buscar dominar y ver la fragilidad en todo otro y su necesidad de ser ayudado por nosotros aún y en especial, desde su silencio más profundo.

 

Atrapar al otro para ayudarlo, pero se esfuma, ayudarlo mejor en apertura

 

Podemos sensibilizarnos bajo la perspectiva de Levinas y comprender como el otro es puente a Dios y es lo sagrado en acción para asistirlo, en el presente.  

En contraposición a Hegel y su visión totalizadora, también tenemos a un Schopenhauer sólo y dando vueltas en la nada y extrañado de su nada, se llena de sus propios paseos y reflexiones. Hegel tiene éxito y él no, y él va en su contra, se llena de Kant y de sus poetas consentidos son Calderón y Shakespeare. Es él filósofo pesimista y a la vez nos consuela de cómo es posible acomodarse en esta vida de sufrimiento y lucha por no morir. El deseo es superado y luego llega el aburrimiento. Según él, el arte es para consolarnos de la vida y de su mecánica adversa y ayudarnos a escapar. En su metafísica del amor nos muestra que la naturaleza se sirve de nosotros y por ninguna razón en especial, sino que es su fuerza de vida. Nuestro autor es un metafísico que se basa en Platón y Kant y su descubrimiento del mundo hindú. Para Schopenhauer está lo que es, la cosa en sí, la voluntad, un ser sin razón, es absurdo y su representación es ya lo racional que lo explica, una cadena de causalidad que empieza en voluntad pura, no dialéctica como en Hegel.

La esencia es el fenómeno para Kant y Schopenhauer va más lejos diciendo que este inicio es la voluntad pura y absurda, sin fondo. El fenómeno es más bien apariencia y a la vez lo toma como mundo objetivo. Esta extraña dualidad se la han criticado pues al final el hombre tiene lenguaje y conceptos y el animal, no en el mismo nivel. La realidad es objetiva y es ilusión y es ése el sufrimiento. La ilusión del arte nos ayuda a vivir. La voluntad es fuerza de deseo que se representa. La voluntad desea y el mundo es espejo de esta voluntad. La vida es compañera inseparable de la voluntad. Sin voluntad llega la muerte y nos mata todo deseo. Caemos de nuevo al vacío. Con voluntad de vida el deseo es voluntad de ser, es manifestación de fuerzas físicas: exhibición de fuerzas distintas.

Para un Levinas esa voluntad debe estar dada por el otro y nuestra misión sería voluntad de vida para ayudar a todo otro. Me parece inspirador porque al final, toda voluntad de vida es deseo con un objetivo que da la motivación existencial y esa motivación debe estar puesta en el otro en donde la vida se torna sagrada, cada instante nos elevamos al utilizarlo para asistir al otro. Desafortunadamente no es lo que sucede en la mayoría de los casos y las motivaciones se han tornado muy materialistas y utilitaristas para sí mismos y nos llevan a nuestra crisis en valores, social y económica. La vida puede ser sufrimiento y Schopenhauer la resuelve en los gustos que se da o con el arte. Levinas no ve el sufrimiento así, pues para el judaísmo la vida como sea es la oportunidad de ayuda y de ir más allá del deseo personal y egoísta. En extremo, escuelas más ascéticas elevan el dolor personal para darle al otro y ello es lo más ejemplar. Pienso que no es necesario tanto ascetismo, sin caer en excesos, es ponernos al servicio del otro lo importante. El otro al centro debe ser el corazón de toda acción en todo momento, es lo sagrado que nos eleva como humanidad, nos diría Levinas. Y me parece que el arte nos ayuda a escuchar mejor pues sensibiliza y aproxima (Levinas no exploró esta sensibilización a través del arte y le tuvo reserva por poder transformarse en una forma más de evasión). Estos caminos son éticos y espirituales y creo que prometen elevarnos como humanidad y encontrar lo verdaderamente sagrado en el otro, motor existencial.


Caminos se abren a la vida con el otro al centro, en sensibilidad, para darle lo que necesita

 

Para llegar a lo que el otro necesita, no se trata de leerlo desde mis ojos, sino de poderme en su lugar. En canal encuentro de Darío Sztajnszrajber escuché estas ideas de Levinas, sus conceptos y metáforas revitalizadas al salir del libro a la calle, es muy interesante y me deja en gran reflexión. Darío busca la filosofía de la calle, el por qué en casa y en un río y sobre todo con el otro en la ciudad en este caso. Darío busca apropiarse de los conceptos de los grandes filósofos y llevarlos al cotidiano para invitarnos a reflexionar fuera del sentido común establecido, emanciparse. En este caso el viaje es a través de Totalidad e infinito jugando con el ausente en la filosofía occidental según Levinas. Puedo conocerlo o al abordarlo lo pierdo.

Es tratar de entender nuestra relación con otros. ¿Pero sabemos qué es otro?, no sabemos definirlo, ¿cómo expresarlo?, ¿qué es, a qué me refiero?, es quizá lo que no soy, lo que me excede.

Se trata el otro de otros posibles, vínculos afectivos, relaciones cercanas o nacionalidades, es lo diferente a mí y la gran pregunta nos dice Darío es cómo me relaciono porque hay conflicto siempre y normalmente lo obligo a ser lo que no es. El padre supone un modelo de realización personal, ¿cómo liberarnos sin romper relaciones? Defino que es otro porque es de una alteridad irreductible, exterioridad, paradoja de la otredad, más le quito su otredad y su diferencia en el camino de relacionarme con él. Quiero encajarlo y no lo respeto, me vinculo y deja de ser otro, pierde su singularidad. Levinas queda traumado con la experiencia de los campos de exterminio en donde el otro desaparece. Le molestaba que lo degradaran como filósofo y que lo comprendieran sólo como judío y separó ambos aspectos en sus publicaciones. Ello me parece como la idea de dos otros en uno mismo y quizás también tenemos muchos otros dentro y nos vinculamos a ellos de diferentes maneras. Además, me parece que, comprender nuestra aproximación al otro nos ayuda a la propia integración.

Algo total está cerrado y su propia verdad es única. Hacemos del sí mismo el todo y el resto lo excluimos. Ese resto es infinito para Levinas. Descartes decía que el infinito es lo que me desborda. Pero somos finitos y cómo lo pensamos, es otro que me saca de mí mismo. Trato de domesticarlo y esa diferencia me interpela.

Preconcepto del otro, prejuicios de nosotros, errores, somos persona fuera y dentro, trabajo, lugares, número, nos invisibilizan en un rechazo normalizado y excluyente. Al excluir lo de adentro que no es social cortas al otro.

La metáfora del rostro de Levinas, es interesante dice Darío porque el rostro se nos acerca y es inalcanzable, está radicalmente lejos y genera en mí algo diferente. Hay alguien detrás del rostro que vive y solicita. La debilidad lo caracteriza, su vulnerabilidad, es el extranjero, no tiene patria, no es parte de lo común, es débil siempre y ejerce un poder sobre mí. Mi responsabilidad ante él es infinita. Debo destruirlo o defenderlo y para Levinas es más importante priorizarlo y abrirme a la otredad. El otro viene con su singularidad y lo “desotramos”. Nos confronta con un dilema ético, viene a pedir y molesta. Me exige tener que pelearme con mi propia singularidad. ¿Le das tu comida o no?, ¿a quién priorizas?, ¿soportas al otro o aprendes de él?

Una idea clave que propone Levinas en estas decisiones es la de hospitalidad, estar siempre abierto a lo que el otro necesita, el otro va primero, es su prioridad.

Por último, nos habla Darío de la metáfora de la caricia en Levinas que dice que aproximamos a través de ella al otro que es pareja, hijo, animal y no hay deseo de por medio, aquí. Se trata de comprender en distancia que descubre en misterio, es reconocimiento. Con esto podemos acercarnos y no desotrarlo, salirme de mi y que sea el otro siempre prioritario.

Me quedo en gran reflexión, ciertamente podemos poner en práctica estas metáforas levinasianas en todas nuestras relaciones, pero es verdad que logramos bien poco aún y poco sabemos priorizar al otro pues tememos desaparecer nosotros mismos. Quizás podemos imponernos el reto cotidiano de escuchar más y ser más para otros en términos de proporción, Un llamado interior es sano y es duración de tiempo Bergsoniana o mundo sensible de Descartes, mundo racional para después acceder al tiempo del otro en exterioridad, lograr dar siempre como prioridad y conservar un yo para dar cada vez en mayor proporción capaz de dar en autoconciencia. El reto es evolucionar y no quedarnos en el Mismo. El bebé debe avanzar y lograr dar en una etapa madura desinteresadamente desde la exterioridad y no sincronizando al otro en sí mismo. Es lo que Levinas llama diacronía y representación que proviene de la tercera meditación de Descartes. Es inspiración ética y futuro, profecía. Es la idea del infinito de la que habla Descartes y el mandamiento al cuál nos mueve a actuar el rostro del otro como un imperativo categórico kantiano que eleva en santidad a toda existencia (Levinas,1991).

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