Hoy es un día apresurado porque es la fiesta de shabúot, de la recepción de la Torá que comienza al rato y toda la semana se presiona y acorta por esa razón. Estoy aquí y ya quiero estar allá. Pero la verdad que fue una semana intensa que me ayudó a superar varios problemas estancados en el centro de mi ser que no me dejaban avanzar. Pude verme con una mirada más positiva de mí misma y aceptar mi recorrido tan diverso y cambiante y aceptar también que asumirlo hacia afuera es importante. Quiero decir con ello que quizás no me comprenderán y seré criticada pero no debo de afligirme por ello. Ser criticada asusta porque tiene implicaciones en la vida práctica y temo por mí y por mi hijo, pero debo tener fe porque todo ha estado bien a pesar de mis diferencias que se hacen más notorias en la comunidad muy amorosa pero muy cerrada en la que vivo y que a menudo también me castiga de distintas maneras. Ya no voy a ilusionarme con que ello cambiará, lo aceptaré así y quizás un día finalmente sí cambie. A nivel exterior, la pandemia está pesada y nos mantiene asustados y confinados. Ello añadió malestares esta semana en el cotidiano de todo humano. La incertidumbre es intensa y se suma a la individual. Pero hice un programa de meditación diferente que me ha ayudado mucho. Pienso que la fuerza y certeza debemos encontrarlas dentro. Es lo que nos permitirá levantarnos con alegría por las mañanas y festejar la vida y yo ahora yo me preparo así para recibir la luz de la Torá y compartirla.
¡Estoy contenta!
Me preparo para recibir la Torá.
Ya no viviré perdida y sin esperanza.
En su luz me sé protegida e iluminada
para enfrentar toda prueba existencial
y correr a asistir a todo otro en el camino.
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