Grace Nehmad

miércoles, 27 de mayo de 2020

¿Quién es ese rostro que me interpela?


El otro en Levinas

¿Quién es el otro, en la filosofía de Lévinas? 

El otro es el que está junto a mí, el más próximo, el más cercano y está en un contexto o en una cultura determinada, en un país o en una región determinada. 

¿Dónde yo veo al otro?, ¿en qué momento el otro se manifiesta? El lugar privilegiado donde el otro se manifiesta es el rostro, es aquí donde el otro hace su epifanía, se manifiesta tal como es. En el rostro es donde el otro se manifiesta en su total desnudez que es indigencia y me interpela, me exige respuesta y que me responsabilice por él. El rostro del otro se me impone sin que pueda hacerme el sordo a su llamado, sin que pueda dejar de ser responsable de su miseria. 

La exigencia que llama a responder por el otro es tan fuerte que la conciencia pierde su primacía, el yo pierde su identidad consigo mismo, tiene que salir de sí mismo hacia el otro, donde el otro sustituye mi yo y donde ahora yo soy yo-otro. Es decir, el otro me invade y no se da un tú-yo como en Buber. El otro me apresa, devengo su rehén.

            Se nos abre así la posibilidad de escuchar realmente desde este dejarnos poseer y devenir responsables en un eco del otro para asistirlo.

            Somos portavoz de las necesidades del otro. Esta idea me invita a pensar en la expansión hacia el Uno comenzando por el otro, sumando conciencias individuales y transcendiendo la materia. Es de hecho lo que piensa Levinas, que el rostro es el puente a Dios, pero en un paso anterior, imaginé la posibilidad de suma de conciencias individuales también y en la parte trasera de mi mente tengo la idea de la pareja de autores que trabajan juntos y han perdido noción de qué dijo quién en su escritura (Falaise y Boël, 2020).

            Y es que, ser yo en esta filosofía levinaseana significa ser infinitamente responsable del otro, una tarea que no he elegido yo, sino que, se me ha impuesto fuera de mi tiempo, antes de que yo naciera, por tanto, en esta tarea soy insustituible, nadie puede responder en mi lugar, no puedo sustraerme a la responsabilidad que tenga hacia el otro, filosofía del otro, volviendo al planteamiento Levinasiano puro, de quien tengo que dar cuenta. Ello me lleva a preocuparme por la pobreza, la miseria y el hambre de muchos, situación ante la cual el otro hombre, el hombre humano no puede dejar de responder en bien de ellos.

Joé Bousquet au lit, Jean Dubuffet, 1947, MoMa.
Dubuffet pinta a su amigo confinado a su cama por una herida de guerra y nos recuerda nuestra responsabilidad con todo otro y que debemos ver al rostro más allá de su aspecto físico.



            De esta manera, a través de uno, del otro, llegamos al muchos. Y me preguntaban en una entrevista de radio, ¿cómo llegamos de ese uno, al muchos? Y es que no hay manera de evadirse si realmente nos entregamos al otro, llegaremos al Uno, a Dios, y en lo concreto, materialmente en esta tierra a los muchos. Y en sentido inverso, de no abrirnos realmente al otro, de no aprender a escucharlo, permaneceremos en nuestros monólogos y nunca llegaremos al bien común, a ser incluyentes, al verdadero humanismo, a lo que somos llamados como humanos que trascienden los impulsos animales. Porque, ¿quién es fuerte? preguntan los sabios del Talmud, el que domina sus impulsos.

El otro hombre también somos nosotros, es que somos seres espirituales teniendo una experiencia física en la tierra, cuerpo y alma. Y cuando aterrizamos al cuerpo, a lo material, nos encontramos cara a cara con el otro y corremos a ayudarlo. Debemos asistirlo si es fácil o difícil para nosotros, y correr como si se tratara de nuestra última oportunidad para ayudarlo.

            Entonces, vemos que en esta dimensión podemos definirnos en función del otro y de lo que nos pide incluso no de manera directa. Aterrizar la filosofía es posible al entregar los conceptos elevados a todo otro y lograr su bien. Es verdad que no es tarea sencilla hacer los vínculos adecuados y aterrizar conceptos elevados. Si resuelves sólo el cotidiano te quedas a medio camino, si resuelves sólo lo espiritual, también. Un humanismo integral se debe preocupar por el otro de manera integral, más allá de resolver su inmediato. Si queremos un humanismo incluyente centrados en el otro como Levinas propone podemos lograrlo, esa filosofía suya que se centra en el otro tiene mucho que aportarnos para lograr el bien común. Y sí necesitamos hablar de qué es el Bien, de conceptos elevados, de filosofar, pero para aplicar estos conceptos y aterrizarlos en el otro, en el rostro que me interpela. No conozco su color de ojos, pero sé que son ventanas a su alma, llamado divino a mi acción.

Lo pinté para un poemario de la historia bíblica de David y Batsheva. Aquí el rostro más allá de lo físico de Batsheva, permeando sus emociones y pidiendo ayuda. Tendremos que responder.


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