La inteligencia artificial es un tema que llama a los filósofos para reflexionarlo. La revolución científica no es inmediata y se va transformando la manera de enfrentar la vida. Hay integración de casos y de memorias. El performance es obtenido va en avance pero escapan los detalles y la velocidad nos sobrepasa, no alcanzamos a ver las soluciones. En principio como máquinas van a funcionar de manera muy diferente que nosotros y nos es difícil abordar los cambios, las funciones cognitivas y los límites, los aspectos emocionales por ejemplo. Con Turin había la idea de conexionismo y después se desarrolló el paradigma funcionalista. Se buscan resultados y listo, de alguna manera perdemos algo con ese modelo. Entonces estamos regresando al conexionismo. Estos modelos tratan de producir artificialmente la inteligencia humana y estos dos modelos compiten y continúan compitiendo. Por ahora a partir del 2017 retornamos al conexionismo en el gpt 4 y se reabre el debate entre estos dos modelos. No comprendemos bien esto último que hemos creado, de ahí el peligro y la preocupación. Las posibilidades técnicas de la inteligencia artificial sorprenden y preocupan por los límites. La preocupación va más en la dirección de los que usan a las máquinas y no en el sentido de que las máquinas devengan conscientes y autónomas, y dejarles tareas sin ver sus límites es malo. Me parece que debemos lograr detener la velocidad de su avance y reflexionar mejor al respecto y poner límites y estar convencidos de nuestro modelo ideal y de las implicaciones de nuestra tecnología, de su uso responsable y consciente. Y dentro de la combinación hombre de la naturaleza y hombre urbano con uso tecnológico cada vez más intenso, debemos replantear los beneficios de estos avances en la inteligencia artificial en el desarrollo humano y sus equilibrios sanos.
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