Grace Nehmad

martes, 29 de agosto de 2023

Cuento de Julia

 Julia caminaba en círculos pero sabía que en el fondo se cumplían sus ciclos en secuencia y todo mejoraba. Sus crisis se colmaban de juegos y pláticas. Los soles habitaban sus mundos y se reivindicaban sus derechos desde lo individual hasta lo colectivo. Lo malo era cuando las emociones desbordaban y ni siquiera Eduardo conseguía disuadirlas. El cuadro democrático se desmoronaba y la cólera humana se multiplicaba con fanatismos manipuladores desenfocados desde la bondad hacia lo irracional y violento. Y ella, Julia, ingenua y llena de amor, no lograba sustraerse de la revolución como principio de la historia, de la transformación de las causas justas en violencia.  Los tiempos extremos no ayudaban en nada a perder el centro y la estructura de vida. El esqueleto se desmoronaba. Entonces regresaba Eduardo del trabajo y la ayudaba a reorganizar su existencia. Eduardo no parecía descentrarse con nada, era la pérdida del centro sólo un tema femenino, somos quizá demasiado sensibles, reflexionaba Julia. La estabilidad ilusoria era en realidad violenta y confusión sangrienta. Julia se preguntaba si era Eduardo quien la centraba, su energía masculina imperturbable,  o sus ciclos mismos que, simplemente sabiéndose acompañados por él, terminaban por reorientarla.  ¿Quién es el otro en nuestras vidas? Somos para él, pero estamos solos, nos ayudamos y acompañamos, vamos y venimos de afuera hacia adentro, de dentro hacia afuera. Somos en presente pero en nuestra historia nos reescribimos y nos proyectamos hacia un futuro mejor. En sus ciclos, Julia mejoraba pero quería precisar y no dejarse dominar por explosiones violentas ni dentro ni fuera, tomar a Eduardo de la mano y equilibrarse juntos hacia una verdadera estabilidad justa y segura que expandiera su relación amorosa hacia el infinito.


Proyectar nuestras relaciones y en amor en estabilidad al infinito


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