Grace Nehmad

martes, 1 de agosto de 2023

Cuento de Adriana

 En gustos Adriana tocaba sus extremos en lo estético y en lo cultural, en lo sensorial y en lo intelectual. Sus gustos definían sus mundos, la carne de sus mundos. A veces era todo placer comiendo lo que más le gustaba y otras veces era presa del contemplar su cultura y estudiarla, sabe bien o mal trataba de definir y se mezcla con el cuerpo, es química del gusto despierto o dormido alimenta mi vida o la limita. Pensaba en quién tenía buen o mal gusto en su historia de vida y en sus contactos conflictivos o pacíficos y estables con ella. Adriana intentaba definirlo todo y ello por distraer sus estados de ánimo cambiantes, sus mundos eclécticos e inexplicables. Su gusto era como era en sus normas, era rechazo radical o apertura relacional, objeto estético, fuente de la contemplación del mundo y su acción en él. Se mezclaban así sus gustos e historias de vida, su relación con Marcos o con Esther, su cercanía o lejanía con sus primas o sus compañeros de la infancia. Todo fluctuaba y ella no lograba atraparlo. Sus momentos de vida eran revelaciones que se le presentaban y se esfumaban. Las dudas permanecían, sus gustos e intercambios fluctuaban y todo iba tan rápido que las dudas y angustias se transformaban en sueños sin dejar rastro en su corazón. Entonces, Adriana admiraba las nubes y respiraba lentamente tratando de recapitular sus pasos en gustos en la tierra. Todo le gustaba, todo y todos y entonces, ¿por qué los dolores físicos y espirituales? ¿Por qué la muerte?¿por qué el tiempo tan hermoso se esfumaba?



Adriana se eternizaba en las nubes

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