Los Salmos 6:1,
Salmo de David. ¡Oh Eterno, no me reprendas en tu ira, ni me castigues en tu indignación! ¡Compadécete de mí, oh Eterno, porque languidezco! ¡Sáname por que mis huesos se estremecen! También mi alma se estremece ¿Hasta cuándo, oh Eterno? ¡Vuelve, oh Eterno, libra mi alma! ¡Sálvame por tu misericordia! Por cuanto en la muerte, no hay recuerdo de Ti. En el sheol, morada de los muertos, ¿quién te alabará? Estoy agotado de tanto gemir. Todas las noches hago nadar mi cama. Empapo mi lecho de lágrimas… Apártense de mí todos los obradores de iniquidad, porque el Eterno ha oído la voz de mi llanto.
Nuestras súplicas son escuchadas, pero también nosotros debemos dar los pasos hacia nuestra redención y ayudar a todo otro, a la redención final, y en el camino disfrutar de los procesos que Dios nos marca y de todo rezo en canto y alegría, en alabanza, en agradecimiento de poder rezarle a Dios en esta dimensión.
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