Debemos desatarnos del pensamiento onto-teológico, que es deificar al ser y vivir en egoísmo para él. Así, al cuestionarnos lo que sea, aun si la respuesta es positiva, no nos liberamos de una explicación, es más bien entonces buscar una noción del ser siempre entendido como presencia, como estar en el mundo presente para todo otro. En la pasividad e inmovilidad se reconoce el ser y se da en la diferencia al otro, en su excedente. El círculo del mismo engloba y comprende al círculo del otro en una astronomía que nos sobrepasa.
El pensamiento racional encuentra una realidad estable y coherente y Husserl busca en los horizonte dónde se esconde el otro. El otro se encuentra en sensibilidad y acercamiento, lo que nos sobrepasa es sensorial y el intelecto no lo alcanza. Palabras, el otro en unión, en excedente, palabras. Ese excedente es trascedencia que jalamos al mundo para iluminarlo.
La ética recubre al ser primordial. La ética es la relación con el otro, estar cerca no es ser vecino, es responsabilidad y estar para servir al otro en trascendencia. Es dar significado el uno para el otro, no se trata de una deuda, es un dar desinteresado, en apertura. Ahí, lo pasivo se golpea por un de repente, el tiempo se detiene en el otro. Este despertar es para el otro, en proximidad física y espiritual. Así, la respuesta es siempre pregunta que se intenta explicar, instantes sorpresivos en excedente transcendental para todo otro. Parece ser entonces que así nos alejamos de la onto teología y vamos hacia el otro, hacia alcanzar esos instantes en presencia y acción, en materialización. La reflexión y las palabras nos sirven para alcanzar mejor colocados esos instantes y más de esos instantes, materializar y canalizar luz sl mundo de manera simple en inmediata, natural y desinteresada.
En reflexión para atrapar esos instantes
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