Julián se interesaba por diferentes aspectos de la vida respecto a sus pares. Él perseguía secretos y murmullos, historias y raíces. Estaba cerca de ciertas amenazas que los demás no percibían, como los perros y gatos que perciben los temblores antes de que acontezcan. Quizás estos misterios se encuentran en tejidos de palabras, en lenguas y canciones que hablaron los ancestros de la humanidad, de una humanidad diversa y unitaria a la vez, pensaba. A Julián le interesaba hacer renacer a través de representaciones positivas y negativas de los elementos, la unicidad perdida. Era como si el agua fluyera en él, plena de energías vivientes en transformación. Era como si el viento lo sacudiera y violentara, como si el fuego lo consumiera. Su arte recreaba todas las fuerzas en él. Después de crear, racionalizaba las estructuras moleculares y atómicas de sus elementos movilizadores. Era un obstáculo epistemológico en el juego de sus lenguas que al explotar, todo lo manifestaba en el lienzo. Pero sí se daba cuenta de la complejidad de su pensamiento y regresaba a la vida simple, encuentros con familia y amigos. En las texturas particulares de sus pinturas notaba la risa de sus colores y sabía que al final, lo más complejo se toca con lo más simple y en la ambivalencia más original, la madre tierra, también es afectiva y efectiva al sostenernos y mecernos, parte de un todo existencial predecible para todos, todos lo sabemos de manera inconsciente. Pero Julián se guardaba su profundidad y a Laura nada le contaba de sus tenebrosas ideas y temblores. Ella sólo lo conocía de manera sensible y en la belleza de sus lienzos. Cuando Julián quería ampliar su pensamiento se iba con Laura a caminar al bosque y caminaban felices por horas. Ahí, se dejaba atrapar por recuerdos mundanos como películas luminosas reflejadas en su entorno natural. Laura le recordaba que era un hombre de cuerpo y alma en una dimensión material. En el rostro de Laura, poéticamente su vida se concretaba y equilibraba. Julián y Laura eran responsables de equilibrios y temblores mundanos que de la magia de su amor se desprendían, nadie lo sospechaba.
La vida en el mar de sus elementos, amor y equilibrio, Julián y Laura
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