Sergio amaba estar en la calle y observarlo todo, le encantaba sentir el movimiento y la vibración desde la mirada. Ese día no fue diferente hasta encontrar a su madre en Su calle. Entonces todo adquirió un sentido diferente. La ciencia de la existencia cambió. Fue un encuentro inesperado y le bastó para comprender que su mirada nunca sería virgen, suya, y ¿por qué la quería suya? Es que desde la muerte de Toño, Sergio rompió con su sistema de vida anterior, ¡y ahora su madre! Ella mantenía el piso firme. De otra manera le era difícil sobrevivir. La muerte del otro es la propia en muchos sentidos. Toño fue su amigo de la infancia, rieron y crecieron juntos, como en un espacio existencial especial, de ellos, de verdadera amistad y compañerismo, en complicidad. Ahora Sergio tenía que reconquistar su vida y vivirla a su manera, acompañarse de todos sus personajes de vida desde la apertura y la asistencia con el recuerdo de Toño dentro. Su madre tenía que reinventarse en su nueva película de vida. Sergio quería vivir de manera más simple, más ligera. Su trabajo de asistencia social debía reordenarse. Podía ser en función de los demás pero en libertad y acción, con sus imágenes interiores predefinidas. Sergio podía comprender a partir de la falta de Toño lo que no supo ver con Toño cerca. Los lazos con sus seres queridos y su comunidad podían aprovecharse diferente y dejarlo ser en desapego, en respeto, desde una apertura diferente de la existencia. Sergio quería ser en una calle que fuera en realidad de los otros, desde una mirada nueva presente que sabe ayudar y construirse nuevas imágenes para actuar desde el otro y para el otro. Ahora podía saber el peso de cada personaje de su vida dentro y fuera para actuar desde ahí pues somos nuestras imágenes y personajes de vida, pensó.
Construir la vida, desde sus personajes e imágenes para entregarse a su calle en ayuda
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