Grace Nehmad

martes, 25 de octubre de 2022

Cuento de Alberto

 


Alberto era muy claro en sus decisiones. Se entregaba a los viajes de su existencia tratando de ayudar en el camino al que lo cruzara. Trataba de decidir cada paso tomando en cuenta el estado de su alma, el estado de su cuerpo, las diferentes dimensiones existenciales dentro y fuera. Pero la verdad es que los claro-oscuros eran más abundantes y perdía la claridad cada vez con más fuerza. Un mismo aspecto de la existencia se podía leer desde muchas dimensiones y tomaba caras muy diferentes, difíciles de juzgar. Todo era válido y abierto en la modernidad pero no siempre se encontraba en el camino del bien. Las distorsiones se multiplicaban y a veces lo presionaban tanto que prefería recargarse en sus impulsos intuitivos sin pasar por la razón o la reflexión que no era el ideal, a pesar de saberse persona de bien. La información desbordante y la velocidad demandante no lo dejaban en paz. Entonces regresaba a los colores confiables de su casa. Le rendía culto a su ser interior, tratando de expresarlo en el espejo de su cuarto. Se miraba ratos eternos tratando de aterrizar los pedazos extraviados de su alma. Establecía códigos propios de intercambio entre la mirada profunda y su reflejo en el espejo. Sus rostros como caleidoscopio se desfasaban y reinventaban nuevas voces para actuar sin consecuencias, ¿cómo actuar sin consecuencias? La vida que recorría era sus consecuencias, lo sabía. Le gustaría comenzar de nuevo y cortar esas raíces que no habían crecido como lo hubiera esperado. Entonces se abría a los resultados para renovarse. Estrechaba lazos e intercambiaba sus rostros en el espejo por los de aquéllos de sus amistades.  Esa solución se sentía más clara. Descentrarse.


Descentrarse y decidir cada vez más para asistir más y mejor al rostro de todo otro

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