Grace Nehmad

lunes, 3 de octubre de 2022

Compartir más

 Miriam pensaba en nuevas estrategias de supervivencia, la primavera comenzaba y ella quería abrirse como las flores, rescatar ciertas rutinas y empezar la temporada sin moralizar su existencia. Quería hacer la reconciliación entre el hombre y su mundo, tejer puentes de luz entre los espacios que la fragmentaban. Las estaciones cambiaban y la esperaba la misma cama. Quería  hablar al menos desde el sillón del estudio.  Los primeros signos del aburrimiento se manifestaron hace unas semanas. Miriam pensó que era el frío del invierno. Ahora sabía que no era nada de eso, no era estacional. El éxtasis de verse en la mirada de su pareja pasó. Ciertas fuerzas dentro la sacudían y Martín nada comprendía. Parecía que habitaban planetas distintos. Miriam estaba agotada de buscar el apoyo de Martín, ser vista por él. Los dos trabajaban mucho, ella como enfermera y él como médico. Se conocieron en el hospital, siempre sanando a otros, pero ellos estaban algo enfermos después de los primeros tiempos juntos. ¿Cómo encontrarían fuerzas para seguir adelante? No podían seguir curando desde la propia enfermedad, pensaba Miriam. Extrañamente, los pacientes sanaban con su trabajo colaborativo, pero el cansancio se sentó en su pareja. La fuente de felicidad se escapó de sus corazones. Algo esencial ya no compartían. A Martín todo le parecía bien, a Miriam casi nada. Esa polaridad los pegó como imanes, ya no. Se perdían en las luces de cada mañana. Había un camino, Miriam lo sabía, tomar la mano de Martín y crecer juntos, madurar, decidirse a verdaderamente curar juntos sin dejar la parte interior de sus pacientes fuera, a curarse ellos. Podrían darle así, en comunión,  a cada paciente, algo más que cuidados y medicamentos, darles un principio en sus vidas  que habitara sus ilusiones en las promesas del amanecer.



Miriam quería besar y curar

No hay comentarios:

Publicar un comentario