Eran tiempos extraños para Magda, se sentía suspendida entre dimensiones. Sus emociones desbordaban y sabía que Jorge no la comprendía para nada. Su vida de pareja flotaba entre situaciones que los encarnaban en parte presentes y más bien ausentes, acompañadas co breves comentarios. Iban y venían juntos, eso sí. Pero sólo intercambiaban discursos que para cada uno después significaban dentro de manera distinta, combustible de sus propias transformaciones. La realidad se escindía, los escindía. Cada uno sus personajes y su imaginación. El invierno agravaba la vida. Las noches frías Magda sentía que du línea de vida se truncaba. Cuando más desesperada y fría se encontrada el sol despertó su mañana y las caricias de Jorge. El ambiente olía diferente. De todas maneras se vistió con su ropa invernal y salieron Jorge y ella a pasear al bosque. Las piñas y las yesca, el olor de los pinos y el cielo despejado anunciaron un cambio positivo. Las dimensiones embonaron dentro, el ombligo se centró y retornó el equilibrio. Era un tema astral. Magda lo percibió. Después el palabrerío de Jorge se detuvo y sólo entonces comprendió la vida más allá de la muerte, era la certeza de morir pero la hermosa posibilidad de aún vivir para Jorge, para todo otro. Sus ojos se apresuraron a cruzarse con los de él y se amaron en coincidencia, eternidad.
Magda fue otra ese invierno, en la mirada de Jorge
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