El poder de la costumbre nos jala a lugares
negativos. Cómo mantenernos en acciones positivas y no tratar de justificarnos
de todo. Hacemos bien de retomar lo bueno y apreciarlo. Cuando nos mantenemos notamos
lo bueno de retomar lo bueno. Las ganas nascen de la costumbre que tiene mucha
fuerza en nosotros. En filosofía San Agustín decía que era nuestra segunda
naturaleza. No es de nacimiento pero casi, se va arraigando en nosotros y lo
adquirimos sin problemas. Somos sderes de costumbres del cotidiano y las buenas
costumbres nos formas y se transmiten. Se repite y se eleva en el ritual que
nos da la concentración, nos da seguridad. Nos saca del miedo de lo desconocido
que no se repite. Las malas costumbres nos hacen prisioneros de ellas. Las
creamos y sólo nosotros podemos cambiarlas. Los deportistas y grandes artistas
tienen disciplina y trabajo. No ers el don, es el trabajo y persistir. De otra
manera nada sale. El espíritu y el cuerpo deben entrar en las costumbres del
trabajo y de la disciplina. La rutina no es lo bueno, son las buenas rutinas y
costumbres. Son más altas que las ganas, son estables, durables, sólidas.
Nuestras habitudes nos crean. Decidimos estas rutinas y nos normaliza lo que
parece agobiante. Seguido nos impide hacer algo es el esfuerzo que nos
desmotiva, es muy mental y mucho en la tierra está ligado al mental. El hombre
está ligado a sus costumbres. Podemos reemplazar las malas costumbres por las buenas
y seguir en buenos caminos. Proponer lo positivo al cerebro sin obligar, deber
es malo, nos bloquea. Es la presión del real y un imperativo no fluye. Es mejor
sustituir costumbres con ligereza. No es mentalizar, es hacer, es actuar en
disciplina sin tanto alegar. Necesitamos fuerza de carácter y seguir avanzando.
Las ganas y el deseo no están en las rutinas de manera inicial, el amor surge
de la acción. Nos auto-disciplinamos y nos gobernamos por nuestras propias
reglas como dice Kant, la autonomía. De aquí surge la confianza es verdadero.
Si fracasas en algo, te sientes culpable y casi físicamente culpable. La
voluntad se desarrolla con la costumbre. La pulsión es el deseo de una buena
costumbre y después ya se instala en ti y ya no tienes que empujar, surge
naturalmente. Querer incorporar una buena actitud es deseo que empuja, deseo de
cambio. Los resultados se ven y te dan confianza como energía que quiere quedarse
en voluntad en esas costumbres escogidas. El nuevo ciclo ayuda a empujar buenas
costumbres, nos ayuda la impresión de ser alguien nuevo. La costumbre es
mecanización a partir de la regularidad repetitiva. Seguimos leyes mecánicas y
cíclicas sin ser robots, es seguir la regla que hemos escogido. Kant era
repetitivo y no interrumpió sus costumbres nunca, sólo en la revolución y en la
publicación de un libro de Rousseau. Los deseos son tinieblas y en cambio la
voluntad es firme y no se deja llevar por pasiones pasajeras. Así podemos
anticipar y no dejarnos tragar por las corrientes que pasarán. Decidir es pasar
al acto, realizar. Con paciencia los efectos se verán. Esta segunda naturaleza
humana de la que hablamos nos sostendrá con las buenas costumbres que escojamos
implementar. Y escojamos actuar en cuerpo y alma para el otro, ayudarlo y
asistirlo. La autonomía de Kant debe enmarcarse en una comunidad y funcionar
para el otro y no para pasarle encima. Esta armonía es parte de la unidad
deseable que nos hará sentirnos en dirección a una clara misión de ayuda. Si
mis supuestamente buenas costumbres no integran al otro, resultan malas en
realidad. Activemos pues todas las buenas costumbres de vida con el otro al
centro, como objetivo.
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