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Quizás un día lleguemos a comprender la vastedad de Dios, paisaje abierto que se eleva al infinito como el horizonte en el mar. Así se extiende su amor y cuidado por nosotros y no sabemos escuchar sus señales. Si enderezamos el corazón y ahuyentamos las malas acciones, los hábitos negativos inconscientes para con todo otro, lograremos aproximar el sueño de la unidad. La claridad retornará a nosotros y todo paso será seguro, su protección se dejará sentir, pues toda sensación será próxima y acertada. Depende de nosotros detonar este proceso.
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