La caverna de Platón y Levinas
En la caverna de Platón dialogan Sócrates y Glaucon.
La idea plantea a los hombres encadenados desde la infancia en la caverna
subterránea que tiene una boca de luz que hace aparecer a los objetos
reflejados en su pared como sombras de los objetos reales. Los prisioneros tratan
de nombrar a esos objetos y sólo consiguen atrapar los ecos de sus sombras.
Sus cadenas los tornan ignorantes y la luz los ofende,
ya no distinguen más que fantasmas y confunden las cosas, ya no saben qué es lo
real y qué no. La luz les duele y las sombras las miran sin esfuerzo.
Si quisieran llegar a la boca de luz de la
caverna, a su liberación, el sendero sería áspero, se enojarían a cada paso y
deslumbrados, sufrirían, necesitarían tiempo para diferenciar entre las sombras
de los objetos reflejados y la realidad. Así, estos hombres son más felices en
el cielo de la noche. Cansados de ser deslumbrados, preferirían enaltecer las
recompensas y ser alabados y olvidar el camino áspero hacia la luz.
Así es nuestro
mundo sensible, nos sugiere Platón, un mundo de sombras, el hombre permanece en
su prisión, en sus tinieblas. Este mundo es subterráneo y el alma sube a la luz,
es atraída hacia ella y a la vez le teme. El bien es bello y recto, es luz,
verdad e inteligencia. La contemplación es deseable, un lugar elevado. Pero el
hombre se salta pasos y no quiere el camino áspero. A menudo permanece en los reflejos
y el iluminado en cambio ve a la justicia en sí misma. El camino de la luz a la
oscuridad y de la oscuridad a la luz es una transición poco clara. Los que ya
contemplan la luz pueden guiar a los demás, ayudarlos a mirar hacia donde deben
mirar. Los pueden ayudar a eliminar sus tendencias hacia placeres groseros y enfocarlos
a mirar a la verdad.
Así, la ley marca
el camino hacia el bien, no es más que para todos en comunicación unos con
otros y para fortificar los lazos del estado. Los que contemplan la luz deber
asumir su rol de guías y no perderse en la contemplación. Deben dirigir a los
demás y entrar en los fines de los lugares públicos con jefes y reyes para
eliminar las tinieblas y distinguir porque saben de lo justo y de lo bello. El
mando deben verlo como yugo inevitable para conseguir una república bien
ordenada y encontrar la luz para todos.
Levinas no
aproxima al mundo desde el privilegio de los guías iluminados. Para Levinas la
distorsión de este mundo, sus sombras y su percepción alejada del camino del
bien se da por el egoísmo en todos los niveles, no nos ofrece un mundo
excluyente, todos somos susceptibles de egoísmo y distorsión. Los guías pueden
aparecer en el texto bíblico y ya no son personas superiores en este mundo pues
se transforman en el texto que es el código de leyes que nos rescata a todos y
debemos despertar a él. Ver con claridad para Levinas es seguir las leyes de la
Torá y poner al otro al centro de nuestras acciones.
Claro que
Levinas no habla de gobernantes y gobernados y me parece que para él cualquier
función social de las personas lleva al otro en el centro para evitar los
placeres groseros de los que habla Platón y clarificar las sombras del mundo.
Es evidente que si todo humano se centrara en el otro y olvidara su egoísmo,
los gobernantes tomarían su función como cualquier otra y seríamos liberados de
las distorsiones de nuestros sistemas sociales y políticos que existirían
realmente para asistir en todo momento.
Descubrirnos sin distorsiones y nombrarnos, sería poner toda nuestra acción al servicio del otro, completarnos con la ayuda de nuestras leyes al servicio del otro
Y ver así con claridad.