Schopenhauer y
Levinas
Schopenhauer nace
en Polonia en 1788. Es comerciante como el padre y al morir él, se inscribe en
la universidad y en el departamento de filosofía da clases después. Retoma a
Kant, la fenomenología y el noúmeno. La Cosa es conocida por los sentidos, y el
noúmeno es en sí intuición, más allá de lo sensible. El mundo para él es
voluntad que da origen a todo nacimiento, crecimiento y muerte, materializa a
través de ti. La voluntad es en realidad universal, aunque la percibimos como
individual y la representación en cambio es sensible. Nuestro autor reinterpreta
el budismo y su pesimismo. La enfermedad lo acompañó como a Buda y buscó
soluciones como él. Nuestra fuerza es voluntad de vida y nos confiamos y mucho
en sexo y erotismo es caer en lo romántico porque así se constituye la próxima
generación. Las decisiones quedan fuera de nosotros y respondemos a la voluntad
de vida, enamorados como huracán. Caemos en el amor para tener hijos y esa
voluntad nos lleva a crear hijos. Estamos desbalanceados y esa voluntad nos
mejora, sino la especie terminaría. Nunca es bueno para nosotros, es voluntad
de vida y no es para nosotros de manera interior, es para la voluntad de vida
que nos domina. Somos animales y por conciencia infelices. Debemos mejorar como
especie y seducimos y no vemos nuestros errores, persistimos en
contradicciones. No es para ser felices que respondemos a la voluntad de vida.
Los sabios ven la realidad detrás y se alejan para encontrarse. A través de la
filosofía y el arte luchamos contra esa voluntad. Sufrimos egoísmo y melancolía
hacia la vida humana y la filosofía y el arte nos rescatan. En su vida madura, llegó
Schopenhauer a la calma y serenidad. Primero fracasó en relaciones y en fama y
sí termino como un buda.
Levinas se opondría a estas ideas pues para él no puede ser la vida resultado de una voluntad ajena, somos responsables de ella y debemos de responder para asistir a todo otro, ser responsables y cumplir con las leyes de la Torá para lograr la justicia social. Nunca esa idea de solitario podría satisfacerlo y menos de sabio que logra escapar al mal de la voluntad y ve a los otros ahogarse en ella. Saber es para ayudar en conciencia, tampoco para servir a una voluntad ajena que sería como servir en la banalidad del mal de Arendt. Quizás sí entra en acción la voluntad de vida si no tenemos conciencia y perdemos responsabilidad para con el otro.
¿Estamos como Moshé aislados para bendecir e iluminar, para regresar a ayudar o para perdernos?
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