Grace Nehmad

domingo, 9 de agosto de 2020

Schopenhauer y Levinas

 

Schopenhauer y Levinas

Schopenhauer nace en Polonia en 1788. Es comerciante como el padre y al morir él, se inscribe en la universidad y en el departamento de filosofía da clases después. Retoma a Kant, la fenomenología y el noúmeno. La Cosa es conocida por los sentidos, y el noúmeno es en sí intuición, más allá de lo sensible. El mundo para él es voluntad que da origen a todo nacimiento, crecimiento y muerte, materializa a través de ti. La voluntad es en realidad universal, aunque la percibimos como individual y la representación en cambio es sensible. Nuestro autor reinterpreta el budismo y su pesimismo. La enfermedad lo acompañó como a Buda y buscó soluciones como él. Nuestra fuerza es voluntad de vida y nos confiamos y mucho en sexo y erotismo es caer en lo romántico porque así se constituye la próxima generación. Las decisiones quedan fuera de nosotros y respondemos a la voluntad de vida, enamorados como huracán. Caemos en el amor para tener hijos y esa voluntad nos lleva a crear hijos. Estamos desbalanceados y esa voluntad nos mejora, sino la especie terminaría. Nunca es bueno para nosotros, es voluntad de vida y no es para nosotros de manera interior, es para la voluntad de vida que nos domina. Somos animales y por conciencia infelices. Debemos mejorar como especie y seducimos y no vemos nuestros errores, persistimos en contradicciones. No es para ser felices que respondemos a la voluntad de vida. Los sabios ven la realidad detrás y se alejan para encontrarse. A través de la filosofía y el arte luchamos contra esa voluntad. Sufrimos egoísmo y melancolía hacia la vida humana y la filosofía y el arte nos rescatan. En su vida madura, llegó Schopenhauer a la calma y serenidad. Primero fracasó en relaciones y en fama y sí termino como un buda.

Levinas se opondría a estas ideas pues para él no puede ser la vida resultado de una voluntad ajena, somos responsables de ella y debemos de responder para asistir a todo otro, ser responsables y cumplir con las leyes de la Torá para lograr la justicia social. Nunca esa idea de solitario podría satisfacerlo y menos de sabio que logra escapar al mal de la voluntad y ve a los otros ahogarse en ella. Saber es para ayudar en conciencia, tampoco para servir a una voluntad ajena que sería como servir en la banalidad del mal de Arendt. Quizás sí entra en acción la voluntad de vida si no tenemos conciencia y perdemos responsabilidad para con el otro.

¿Estamos como Moshé aislados para bendecir e iluminar, para regresar a ayudar o para perdernos?


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