Grace Nehmad

domingo, 26 de julio de 2020

Ética y estética y Levinas (extracto de mi libro El Etranjero, disponible en amazon)

 

De la ética y estética y Levinas

En el mundo clásico , la relación entre lo que actualmente llamamos estética y la ética es incuestionable. En algunos pensadores, como en Horacio, se impuso la tesis de que el propósito del arte era deleitar e instruir, un principio que se mantuvo incuestionado, en términos generales, prácticamente hasta el siglo XVIII. Para el mundo moderno, como señalan Shaftesbury, Lessing, Moritz, Kant y el romanticismo en su conjunto, la moralidad ya no sería territorio del arte, de tal modo que habría que estudiar ambas disciplinas de manera autónoma, y sin embargo, hay muchas obras de arte morales en el sentido de que su función es educar a la población con un fondo moralizante en su mensaje.  El momento bíblico y el momento griego para Lévinas explican el desarrollo de la filosofía en Europa que permearía, como lo vemos también, a la estética (Sarfati, 2010. P.60). La especialización excesiva acaba conduciendo a una comprensión sesgada, incluso del pensamiento de un mismo filósofo. De hecho, el mismo vocabulario estético y el ético comparten términos: la nobleza de una pieza de música y la belleza de una conducta nos hacen recordar que ambos territorios, por más que la modernidad se haya empeñado en independizarlos, son inseparables desde muchas perspectivas. La filosofía moderna Ilustrada funda la ética sobre la razón, ha resultado ser una propuesta muy limitada para volver a la incorporación de los aspectos intuitivos y otras dimensiones emocionales del ser humano. Es mejor recuperar el fundamento estético como una de estas dimensiones, pues ni en Kant desaparece la relación entre lo bello y lo moral, que se mantiene en forma de símbolo. No hay manera de eliminar ese simbolismo, sobre todo en el ámbito del arte, donde la representación de lo moralmente bueno recurre a la belleza. Schiller reúne de nuevo estética y ética, la autonomía del ánimo y la autonomía de la apariencia, cuando el deber pasa a formar parte de su naturaleza en la fábula o invención del idealismo alemán, en donde la educación estética del hombre es equilibrio entre la razón y el sentimiento. Hay otro modo de emparentar estética y moralidad en la reflexión teórica contemporánea. Arthur C. Danto, uno de los filósofos del arte más importantes de la actualidad, sostiene que, aunque hayan obras idénticas, como en Warhol, difieren en su intención. Todo ello depende de una teoría del arte, de la intencionalidad de la obra. En todo caso, de algo que no es necesariamente ―estético‖ en sí (en el sentido etimológico del término, a saber, sensible). 12 Así, no se puede invocar una diferencia perceptible entre arte y no arte, como no la hay entre soñar y estar despierto (Descartes), entre actuar moral o inmoralmente (Kant) o vivir auténtica o inauténticamente (Heidegger). Para Danto, habría un paralelismo entre arte y moralidad, no tanto en lo que respecta a la materialidad de ambas, sino a una cierta formalidad, por así decir, al menos en el sentido de que lo que constituye a algo en arte o en una acción moral (en el sentido kantiano) no es algo perceptible. Los rasgos morales de una obra serían relevantes para su valor en cuanto arte en función de que promuevan la inteligibilidad de lo que relatan o representan. Muchas obras clásicas nos invitan a imaginar lo que consideramos éticamente indeseable en la vida real y solemos considerar eso como un valor artístico. En mi tesis de maestría, bajo una perspectiva levinasiana demostré que el valor, o más bien la motivación por la cual surge una obra, sí depende de su intencionalidad y del deseo de responderle éticamente al otro. La estética no debe desprenderse del objetivo principal que tenemos los seres humanos, que es responder al otro. Ya que, como decía Dostoyevski –citado muchas veces por Lévinas-, ―Todos somos responsables de todos y yo más que los otros. No es fácil defender una obra que se tenga percibida como no moral, como el caso de los escritos de Georges Bataille. El impacto y consecuencias de las obras de arte en la sociedad también deben ser tomados en cuenta. El arte y la moral van de la mano en este aspecto evolutivo o involutivo, y en todo caso cambiante. 13 Tzvetan Todorov, en un par de ensayos: ―Artistas y dictadores y ―Arte y ética, publicados bajo el título de The limits of art, analiza la consideración romántica del arte como la actividad humana más excelsa, que viene a ocupar el hueco dejado por la religión, y se convierte, de este modo, en una suerte de gnosis para iniciados cuya esencia pasa a la política. El futurismo italiano, la vanguardia alemana, especialmente la Bauhaus, al igual que los futuristas y constructivistas rusos, buscan cambiar el concepto de arte y su función en la vida y, paralelamente, los dictadores del siglo XX (Mussolini, Hitler y Stalin) se conciben a sí mismos como artistas, es decir, entienden la política como un arte cuyo material son las masas. Se trasvasa así la concepción romántica del genio, que da la regla al arte por su libre poder creativo, por don de la naturaleza o por algo semejante —más allá de las reglas, en todo caso, reglas morales incluidas— a la política. Si el arte está más allá de la moral, la política se situará en este mismo régimen de excepción: tanto los dictadores como los artistas de vanguardia quieren crear a partir de la nada, romper con el pasado y con toda norma que no sea la que se han dado a sí mismos. Kierkegaard en 1983 publica un libro fundamental sobre este tema, sosteniendo la tesis de diferentes estadíos4 del espíritu, oponiendo el estadio estético y el ético. 4 Para Kierkegaard hay tres esferas de la existencia.: la estética, la ética y la religión. A estas tres etapas corresponden dos confines: la ironía entre lo estético y lo ético; el humor es el confín entre lo ético y lo religioso https//www.google.com.mx/search?Q=estad%C3%ADos+kierkegard&ie=UTF8&oe=UTF-8&hl=es-mx&client=safari 14 Sus sucesores lo considerarán como una de las primeras figuras existencialistas. Y coincide con lo que revisamos inicialmente sobre la concepción moderna de esta relación. Lo moral y lo artístico han sido entendidos también como subsistemas del sistema global, con intereses contrapuestos en ocasiones, que hay que armonizar de algún modo. Ética y estética son entonces disciplinas íntimamente relacionadas. Los intentos de armonizarlas dentro del sistema global pueden dar resultados muy diversos. Al colocar a la estética al servicio del otro, como lo abordamos en mi tesis de maestría, la ética se justifica en sí misma y se torna moralmente positiva, ya que es de ayuda y de compromiso con el otro. Nuestra propuesta fue distinta a las que aquí revisamos, porque ellas no ponen a la estética al servicio del otro en términos levinasianos, ni Lévinas mismo lo hace. Habla de la estética y del decir y lo dicho, pero no de manera contundente desde la perspectiva de ayuda al otro que encierra su filosofía. Inicialmente, Lévinas discute con su amigo Blanchot al respecto y se muestra escéptico ante la mirada del arte, tachando al artista de soberbio y diciendo que lo único que puede rescatarlo de su aislamiento y de esa idea de trabajar para la posteridad es su relación con el otro, la filosofía. En otros términos, para Lévinas, en un artículo de 1948 que dedicó enteramente al arte, sobre ―La realidad y su sombra", deja la mirada negativa de Platón acerca de los poetas que distorsionan la verdad que la filosofía busca, para darle a la obra un lugar casi redentor. Lévinas se muestra cada vez menos severo respecto al arte y termina diciendo que la obra sale del Mismo y llega al Otro para regresar al Mismo nunca la misma y en este movimiento dinámico de generosidad radical encuentra su compromiso. Lévinas concluye en este texto diciendo que: ―sin dejar de ser ellas mismas, ética y estética podrían desde un punto de vista coherente hacer uno (Lévinas, 1948). Wittgenstein también aduce que ―ética y estética son lo mismo, o literalmente ―son Uno (Sind Eins). Lo dice en el contexto en que afirma que ―la ética es trascendental. Y esa trascendencia de la ética (y de la estética, por tanto), que también se enuncia de la lógica, remite a un ―sujeto que, sin embargo, no está más allá de los límites del mundo, sino que se determina como ―un límite del mundo. Lo trascendental es, por tanto, el límite (y el sujeto como ―sujeto de ese límite, o ―sujetado a dicho límite). Lo ético, como lo estético, al decir de Wittgenstein, es ―inexpresable. No pueden formarse ―proposiciones al respecto. Para él, la diferencia entre ética y estética, en la medida en que son ―lo mismo, es muy sutil…Nos dice: ―el milagro estético es la existencia del mundo. Que exista lo que existe. Quizás la esencia del modo de contemplación artística signifique ―contemplar el mundo con ojo feliz. Para Lévinas, ética y estética no son uno mismo, quizá porque el mundo clásico ha quedado muy atrás y se han dado todo tipo de expresiones artísticas que ya no pueden definirse como éticas por sí mismas. Pero tampoco son disciplinas independientes para ser armonizadas dentro de un subsistema. En mi tesis de maestría en cambio, la dimensión ética de la estética se adquiere sólo si ésta es puesta al servicio del otro en términos levinasianos. Pueden darse casos éticos de la estética sin una intención dirigida, pero en mi tesis de maestría consideramos que dejarlo al azar no tiene sentido y puede incluso resultar muy negativo en términos sociales, como sería el caso de Hitler utilizando la música de Wagner con fines destructivos o el caso del aislamiento del artista que se autojustifica y autodestruye en la búsqueda del Ser en términos Heideggerianos. Además, me parece importante mencionar aquí el carácter dual del ser humano y del arte en general, que en cierta forma es su espejo. Entonces, al hablar de ética y estética estamos también hablando de las pasiones humanas y su manejo sano. Es decir, sano en términos de "puesto al servicio del otro", de servicio social. Nuestras pasiones son inherentes a nuestro carácter humano, pero se pueden direccionar positivamente. El arte, nos dice Nietzsche, puede ser considerado como pulsión vital de fuerzas antagónicas: lo apolíneo y lo dionisiaco. Esto queda determinado por la adopción de las deidades helénicas de Apolo y Dionisos5 para significar que la evolución del arte está ligada a esta dualidad, de manera similar a como la generación lo está a la dualidad de los sexos. Ambas fuerzas son antagónicas, constantemente se excitan entre sí para procrear nuevos frutos cada vez más enérgicos, sobre los cuales la palabra Arte tiende un puente. Entre Apolo y Dionisios: en busca del equilibrio https://www.google.com.mx/amp/s/ 17 Tras la bella máscara de Apolo, que es el impulso formador de las apariencias, de lo ordenado y armónico, siempre se encuentra el fondo caótico, informe y del flujo vital efervescente, que es Dionisos. Apolo domina en las artes figurativas, que son armonía de formas, mientras que su oponente Dionisos es el dominante en la música, que está privada de forma, porque significa ebriedad, exaltación entusiasta y orgiástica. El arte transfigura lo horrible y lo absurdo en imágenes. Este fondo primigenio del mundo crea como crea el artista su obra: la pluralidad de lo aparente individualizado. Una segunda consideración en la óptica nietzscheana refiere al arte como valor metafísico. El mundo no es otra cosa que arte, nos dice Nietzsche. Esta afirmación sentencia el principio de una metafísica de artista que refiere a la justificación de la existencia sólo como fenómeno estético; sólo el arte hace la vida no solamente bella, sino digna de ser vivida. Generada de esta concepción resulta fundamental la idea del arte en relación con la vida: tanto en un sentido fisiológico como psicológico, el arte es concebido como el Gran Estimulante, como aquello que impulsa eternamente al hombre a vivir, a vivir eternamente. Esta legitimación estética es una visión particular que tiene el privilegio – según Nietzsche mismo lo admite en El Nacimiento de la Tragedia – de ser inmoral, no inspirada por la virtud. El arte es la actividad propiamente metafísica del hombre. Por esta misma vía se descubre el sentido del artista, esto es, un dios artista completamente amoral y desprovisto de escrúpulos, que tanto en el construir como en el destruir, en el bien como en el mal, lo que quiere es darse cuenta de su placer y soberanía idénticos, un dios-artista que, creando mundos, se 18 desembaraza de la necesidad implicada en la plenitud y la sobre plenitud. El extremo anterior, en mi opinión, es demasiado. Me parece que liberar a las fuerzas duales es sano bajo ciertos lineamientos y dirección. Para mí, es aceptar las dualidades y encausarlas, propiciar el no juzgar, pero sí conseguir fortalecer las elecciones sanas de vida en términos de servicio al otro para que se aclaren y materialicen positivamente. El prójimo en términos bíblicos y levinasianos es así nuestra brújula de acción. Más aún, afirmar la existencia y el hombre mismo desde la fórmula trágica para Nietzsche en su sentido más profundo es la expresión del pensamiento trágico que no pretende orígenes ni fines determinados, que no tiene metas últimas, que no proyecta hacia el porvenir, fuera de este mundo. Ese pensamiento que sólo cree en el único mundo existente, en este mundo donde el esfuerzo y la lucha permanecen eternos. Es allí donde el hombre trágico instaura la afirmación decidida de la vida, incluso en los aspectos más enigmáticos y terribles. Lo trágico es la máxima fórmula de la afirmación de la existencia, que no sólo excluye el más grave dolor, sino que puede transfigurarlo en un placer superior en virtud de una voluntad victoriosa y un sentimiento desbordante de vida. Habría que añadir una última afirmación del Arte: aquélla que Nietzsche llama "embriaguez dionisiaca". Para que haya arte, según Nietzsche, para que exista algún hacer y contemplar estéticos, resulta indispensable una condición fisiológica 19 previa: la embriaguez. En ella lo esencial es el sentimiento de sobre plenitud y de intensificación de las fuerzas vitales. En El Crepúsculo de los Dioses nos dice: "El hombre en este estado transforma las cosas hasta que ellas reflejan el poder de él, hasta que son reflejos de la perfección de él. Este tener que transformar en algo perfecto es Arte." La sobreabundancia de fuerzas que se estimulan constantemente, disponen del hombre obligándole a la producción de imágenes, formas, ritmos, gestos, movimientos. El acto creador en este sentido está ligado a la sexualidad y la voluptuosidad, con efectos orgánicos que suponen un incremento de la fuerza vital. El hecho artístico, lejos de significar la posibilidad de una superación del flujo de las vivencias subjetivas, expresa el despliegue del impulso creativo que erige y destruye urgido por su propia necesidad. Considero que somos seres duales y debemos dejar actuar en nosotros a nuestras pasiones encontradas como propone el texto, para ser creativos y jugar en nuestras vidas manteniendo una aproximación existencial curiosa, imaginativa y alegre que exprese y comparta. Jugando se pierde el miedo al error sin necesariamente perder de vista ciertos objetivos de vida o ir en contra de reglas morales y de convivencia social. Wittgenstein propone ―que la máxima de tu conducta oriente tu acción, tu ethos, en relación con esa condición fronteriza que constituye tu propia condición humana (sólo que ésta no especifica una multitud de variantes de la misma). No contiene una diversidad de juegos de la palabra. En el ámbito de la ética y de la praxis, como distintas modalidades de respuesta posible a una única proposición ética. Eso es 20 lo que quiero decir, nos dice Trías, que existe una proposición ética (Wittgenstein pensaba que no existía ninguna); pero nosotros como dicho autor, añadimos que existe una y sólo una. O que hay una única y exclusiva formulación de la palabra posible que pueda dar expresión a lo ético. Lo ético sólo admite esa proposición. Más allá de ella sólo subsiste el silencio, como genialmente supo comprender Wittgenstein (Trías, 2001). Pero ―algo, un residuo, un cerco de razón nos llega a los oídos como expresión de un decir que puede dar determinación a nuestra acción y a nuestra conducta, u orientación a nuestros modos de vida. Y ese cerco de luz lo constituye, precisamente, la proposición ética, que es una y única (como uno y único es el ―imperativo categórico kantiano). También en el ámbito de la estética y del arte es posible destacar una ―proposición en el más amplio sentido del término, que sería simbólica y se expande en todas las exégesis posibles de lo simbólico, relativas al habitar, al crear arte, al juego de las miradas, a la creación de iconos, a la producción de signos lingüísticos. Esa expresión simbólica tiene la peculiaridad de permitir una mostración, en el objeto, o en ciertos episodios del mundo, que, mediada por el decir o hacer simbólico, permita también que ―lo ético‖ (y en consecuencia la proposición referida, y todo el orden de experiencia de la libertad que funda), resuene. De hecho, continúa Trías, Kant concibió esa resonancia cuando dijo que la belleza era un ―símbolo moral‖, y que el modo de exposición simbólico, en el que indirecta y analógicamente se exponía ―lo trascendental‖ (y por ende también lo ético, o el uso ético de las Ideas 21 de la razón), se distinguía de la exposición esquemática que permite la conjunción de intuición y concepto para la producción de conocimientos (Trías, 2001). Así, el silencio en el resto debe imperar y no dejarse doblegar por palabras fuera de ese sentido único ético. Quiero decir con esta argumentación que vengo exponiendo, que no se trata de una sola manera de hacerlo, sería tiranía, pero sí hay una ética que ilumina, un paraguas que cubre las soluciones éticas y bellas desde la raíz. Entonces, con la ayuda de Trías podemos decir que en la relación de ética y estética según Wittgenstein hay una cercana igualdad que no llega a ser idéntica.


                                               Empatar lo bueno y lo bello al servicio del otro
                                    en términos levinasianos y con un cerco de luz de respeto.
                                        De preferencia no obligado como ahora en pandemia y logrado
                                    desde la escucha y respeto a todo otro en amor.

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