Enero 1997
AUTORRETRATO:
Soy mexicana y tengo 27 años. Soy alta, de pelo castaño, largo y
tengo muchos lunares en el cuerpo y en la cara. Uso faldas largas
y sandalias en tiempo de calor y suéteres amplios en invierno.
Anillos y pulseras decoran las partes de mi cuerpo que quedan
desnudas después de vestirme. Mis cejas son poco pobladas. Mis
ojos me gustan por su forma, pues son como un par de
almendras que apuntan hacia las orejas. Me encanta mi sonrisa.
Es radiante, la siento desbordarse cuando estoy contenta
conmigo.
Si no realizo las actividades que me causan placer y me dan
tranquilidad espiritual, me siento incompleta. En esas ocasiones
todo me cuesta trabajo. Tengo que hacer un esfuerzo
sobrehumano por levantarme de la cama, por seguir viviendo y
lucho contra mi desánimo para no perderme en la nada. Lo que
me define es lo que hago. Cuando quiero lo que hago, me
quiero y me siento feliz.
De cuando en cuando, experimento haciendo cambios radicales
a mi apariencia. Cambio mi guardarropa y me corto el pelo para
liberarme. ¿De qué me libero?- creo que de mis defectos, pues
cíclicamente se me agudizan. Mis defectos físicos no me
molestan tanto, porque me preocupo más por mi parte interior.
Mi marido, en cambio, se fija demasiado en lo físico. A veces me
agobian sus críticas. Nunca me deja en paz. Pero, lo hace de una
manera tan ocurrente y con tanto humor que no puedo evitar
divertirme de mí misma. Aunque tanta broma no es buena
tampoco. Hasta se me quitan las ganas de verme en el espejo.
Lo que si me desagrada son los gordos internos de mis piernas.
Tampoco me gustan mis pies. Esos sí los odio, aunque ya me
acostumbré a ellos y ahora trato de no enseñar los dedos. Es que
los dedos gordos de mis pies son desproporcionadamente
grandes.
No me agrada mi nariz porque está chueca y no sé bien si me
molesta que se me enchuecó porque me golpearon en un
entrenamiento de defensa personal, o el hecho simple de que
esté desviada. Sueño con el día en que se me enderece
mágicamente, como si así resolviera la molestia del abuso que
me hicieron.
¡Ya basta del físico! Soy demógrafo en siglo sabático, pintora,
escultora y quisiera escribir como Isabel Allende. Estas
actividades me provocan un éxtasis total. El problema es que me
falta tiempo para hacer todo lo que quiero. Si tengo que realizar
muchas cosas me presiono y caigo en crisis. Mis crisis se
manifiestan en mi salud. En esos casos siempre me enfermo.
Odio enfermarme, pero es la única forma de descansar.
Para no llegar a la enfermedad estoy buscando mi “justo medio”.
Me cuesta trabajo encontrarlo, porque soy muy extremista: o
todo o nada, no conozco los tonos grises. Esta característica mía
afecta de muchas maneras mi vida. Empiezo algo con mucho
ánimo y luego me desmotivo y ya no quiero saber nada de ello,
lo abandono, o dudo querer seguir haciéndolo.
También ocurre que me saturo, porque quiero saberlo todo
sobre un tema de la noche a la mañana. Quizá por ello después
vienen los abandonos. Aunque la verdad es que la mayoría de las
veces no olvido terminar lo que empecé. Tal vez porque mi
madre se cansó de decirme que nunca podría comprometerme
con nada y quiero demostrar lo contrario.
No sólo me gustan las actividades que he mencionado, también
disfruto mucho el ejercicio. Voy a una clase de gimnasia dos
veces por semana y una vez a practicar distintas formas de
meditación. Normalmente, salgo los fines de semana a Valle de
Bravo, donde mi esposo y yo compartimos muchas caminatas.
Estos momentos son los más felices en mi vida. Me asusta
cuando pienso que mi matrimonio no funcionaría sin ellos. Sólo
alejándome de los pendientes de todos los días puedo ser toda
suya, y él eso quiere y nada más que eso. Es muy demandante,
como un niño.
Existe otra parte de mí de la que es difícil expresarme: mi parte
mágica. Sueño mucho dormida y despierta, me pierdo
fácilmente. Me desconecto de la realidad. Me es imposible
entenderla, ¡NO LA SOPORTO! Quisiera vivir soñando y alguna
vez lo intenté. Quise dedicar gran parte de mi tiempo a la
meditación para estar relajada y sin presiones, mas no resultó.
Los Días comenzaron a hacerse pesados y largos, en vez de lo
contrario y tuve que buscar la escritura, pues el tiempo corría y
yo me sentía despegar del planeta. Meditando varias veces creí
no poder regresar a la Tierra. Fue como soñar estando
completamente consciente de lo que me sucedía.
Me desprendí del tiempo y del espacio, y viajé a lugares de mi
personalidad que antes estaban escondidos, sepultados. Al abrirse
la caja negra, su contenido se desbordó. Ahora, si me preguntan
quién soy, ya no lo sé.
Quizá nunca sabré quién soy realmente, pero la verdad es que ya
no estoy tan segura de querer saberlo, pues ello me aleja del aquí
y el ahora. No logro estar en el presente, divago como lo he
hecho con este autorretrato y me pierdo. Mejor debería
mantenerme en lo físico, mi marido tiene razón: “lo físico”…
soy mexicana, tengo 27 años y soy alta, de cabello castaño,
largo. Mis cejas son… Julio 1997
Tengo que saber quién soy para tomar las riendas de mi vida en
las manos. Quiero ser consciente y responsable y debo seguir buscando y desde ahí sigo buscando
Recuerdo mis caminatas vallesanas y ese lago
que me inspiró a seguir buscando. Ya de cincuenta
años sigo sin entender gran cosa, nada queda claro
y menos la causa y el efecto, pero aquí estamos,
clavando pasos en la materia y ahora sospechando que el corazón
de todo está en las relaciones humanas y en el odio gratuito
que nos saca de nuestro equilibrio y nos empuja a los lados
oscuros del planeta. Deberíamos de ayudar al paisaje a clarear
desde la sensibilidad y la ayuda a todo otro, uniendo el corazón y la razón, Es más, nuestros tres cerebros, razón, corazón y voluntad que está debajo del ombligo. Para mí son mis tres lenguas, hebreo, español y francés, en ese orden.
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