Esta semana aprendí muchas cosas
nuevas. La pandemia sigue allá afuera y desde el encierro pude avanzar mucho.
Estuve estudiando a mis autores de filosofía dentro de la revisión que me
propuse hacer y escribiendo sobre Levinas. También continué con mis clases en
youtube y desarrollé todas mis actividades cotidianas en paz. Aprendí que ya no
debo de sacudir al que no quiere despertar, que quiero continuar mi trabajo en
la tierra con aquellos con los que vine a trabajar en cada momento y dejar
pasar más, dejar de esforzarme por dar y embonar, por complacer. He buscado
mucho mi camino, ya lo encontré, pero también, ya lo acepté. Es que estoy muy
pegada a mi familia y sin embargo, quedo fuera de sus maneras de ver al mundo y
de actividades que ellos comparten en su mayoría. Siendo la más chica de mis
hermanos, me construí sola y como mis padres son muy influyentes en la
comunidad, muchas personas los siguen y
yo trato y trato de aproximar su disco de actividad y no embono ahí. Tengo mis
propios círculos y afortunadamente soy muy social, pero la ilusión de unión con
mi familia ha sido intensa. Y sí estoy unida, pero no desde donde hemos hecho
intentos infinitos por unirnos, desde otras partes y ya sería bueno abrirme a
esas realidades y aceptar los cambios y vivirme diferente, desde la luz que
emana de mí para compartirse sin todas esas condicionantes. A mí me gusta ser y
compartir y todos tenemos derecho a ello, en humildad y sin pretender ser los
que no vinimos a ser ni a tener lo que no nos pertenece, ni a dar lo que no es
nuestro. Mejor es escuchar y dar cuando estemos juntos y hacer lo mío por mi
parre como en realidad desde niña aprendí a hacerlo con muy hermosos
resultados.
Desde mi interior ilumino mis colores
al mundo. Consigo ser y dar en amor,
desde la fuente inagotable
de luz que crece en mi centro.
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