Grace Nehmad

domingo, 14 de junio de 2020

Me gustó inspirarme en la filosofía de San Agustín


San Agustin de Hipona

Vive en el norte África, en lo qu es Argelia en el año 354 D.C.

En una Roma en decadencia reinterpreta a Platón. Su método funda la vida religiosa cristiana con su supremacía de la fe y la interiorización. San Agustín estuvo  en medios paganos antes de hacer su voto y tuvo pareja y un hijo que murió a los veinte años, perteneció a la secta de los maniqueos. Con la influencia de su madre cambio de orientación hacia la fe católica. Pudo permanecer casto desde 386 y en 387 fue bautizado. Él ya quería una vida de monje y en una misa con una revelación a través de un niño decidió ordenarse y ser obispo. Escribió para transmitir sus conocimientos. Refutó sus conocimientos contra herejes y creía en la gracia en la salvación y el libre albedrío. Meditaba y escribía sobre Dios. En su libro muy famoso Ciudad de Dios refuta que el cristianismo sea responsable de la caída de Roma. Habla de una ciudad terrenal que excluye a Dios por el ego y una cuidad espiritual que excluye al ego. Muere en 430. Fue uno de los grandes colaboradores de la Iglesia y transformó su vida hacia la castidad. 


¿Y qué sería interiorizar para un Chagall, y para mí?

Para San Agustín sólo existe un ser, el Uno que es Dios y crea al mundo. Escribe de forma autobiográfica y dice que el deseo de felicidad lo lleva a estudiar filosofía. Le gustaba la diversión y dijo, “Dios mío, concédeme la castidad pero espera un poco”.

Dice que el ser humano entiende para creer y cree para entender. Valora la razón y la fe. Es fundamental para hacer filosofía, dice, pero la fe va por encima de la razón. Cree en la colaboración fe-razón, razón-fe  en su método y debemos creer y entender para tener fe. Para él interiorismo es la verdad, la verdad está dentro. Critica a los escépticos. No se puede ser y no ser a la vez eso es una certeza y Dios es la primera verdad del alma. Para él, el conocimiento está en el alma como en Platón. El tema del mal le preocupó. Pensaba que el mal no es realidad positiva, es privación de bien y no mal. Se le conoce a esto como optimismo metafísico agustiniano. Le preocupaba Dios y lo buscó dentro. Destacó tres certezas fundamentales, existo, vivo y conozco. El conocimiento es superior a las otras dos. La verdad en mí es inmutable y no está sometida al tiempo. La verdad dentro superior a mí es Dios. Es muy platónico pero en lugar del mundo de las ideas como Platón habla de Dios.

            Su vida y pensamiento me parecen inspiradores. Más ahora que nos domina una tendencia infame hacia el pesimismo por la pandemia. Me encantan su estudio en filosofía, su sinceridad e humildad, su simpleza y claridad, que diga que la filosofía es felicidad, que haya caminado hacia la castidad habiendo experimentado la diversión y los placeres mundanos. Empatizo en especial con su interiorización y valoración de la certeza interior pues creo que nos hace mucha falta. Estamos volcados hacia el exterior y nos precupa demasiado el qué dirán y ahora en un mundo especialmente caótico y superficial, ello se torna peor.

            Leer sus ideas me alegró el día y saber que tenemos grandes ejemplos de iluminados en todas las religiones, seres que con alegría e humildad ayudan y trascienden y que desafortunadamente olvidamos escuchar sus voces en nuestra vida práctica. También inspira en cuanto a que se puede cambiar de forma de vida y mejorar a cada paso, sin importar los pasos anteriores. También me da fe el que escuchó a su madre pues como madre espero poder influir positivamente en el camino de mi hijo, dotándolo de valores y como hija, espero poder escuchar siempre con atención y respeto los consejos de mi madre.




Buscar en el mar interior y ayudar a otros desde ahí.

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