Grace Nehmad

miércoles, 3 de junio de 2020

El rostro de Levinas también se desvanece en mí




Levinas se desvanece



            Yo busco y me busco en Levinas porque quiero acercarme a todo otro de la mejor manera posible y asistirlo. Pienso que nuestras sociedades son muy egoístas y materialistas y no se dan el tiempo de estar para escuchar las historias de los demás y darles atención y cuidado, apapacharlos. Al hacerlo se apapacharían ellos mismos. Podemos tender puentes entre humanos y acercarnos a todo otro en escucha para dar antes que recibir. Y lo que digo es difícil y por eso trato de superarme en mi ayuda al prójimo y ver qué necesita y cómo dáreselo.

            Podemos ser en diversidad y proyectados hacia la unidad, contribuyendo cada uno con sus peculiaridades para ayudar. Ahora, como judíos, leemos perasha Nasó en el templo, esa porción de la Torá en la cual, entre otros relatos se habla de las ofrendas que entrega el líder de cada tribu de Israel al altar para inaugurar el santuario y todas son iguales y la Torá nada repite en valde. Sería así el ejemplo de dar lo mismo para inaugurar el santuario pero cada uno ser escuchado en específico con sus intenciones y particularidades que embellecen el santuario. No hay espacio para competir aquí, todos dan lo mismo y cada uno es especial. Así podemos teer más fino y saber que somos iguales todos y preocuparnos por nuestra responsabilidad de asistencia. Así, me sumerjo en Levinas, quiero conocerlo más,  a él y a su obra, para yo misma lograr dar más y mejor. Sucede que Levinas mismo no quería ni estar, quería más bien dejarnos sus aportaciones en sus letras. Hoy a menudo, ello se le critica pues la gente espera verlo de activista social para seguir sus recomendaciones para con el otro. Pero él se preocupó por su judaísmo y su comunidad y quiso quedar desdibujado para enseñarnos antes que nada a no categorizar ni totalizar al rostro de todo otro. A leerlo más profundo y aprender de él en todo momento al buscar asistirlo.

Salomón Malka es el biógrafo por excelencia de Levinas y buscó en familiares, amigos, colegas o testigos pedazos de su historia. Escudriñó en las palabras y los gestos de los interlocutores, el rostro del hombre que permanece en el trasfondo y, a tientas en la oscuridad, sólo halla las huellas del alma de aquél que pudo, incluso, haber conocido personalmente. Pero, ¿acaso el encuentro personal, escuchar la propia voz del otro, asegura el conocimiento que podríamos tener de él, de su vida o su obra? Pues según Levinas, nunca, sería totalizar al otro e incluso si no está, mantenerlo vivo a él y a su obra es no conocerlo por completo, es dejarle ventanas libres para ser reinterpretadas.


Cache-cache 1940, Pavel Tchelitchev, MoMa.


Ni contando a Levinas comenzando con la escenificación de su entierro en el cementerio de Pantin, Francia2, podemos englobar su vida fácilmente. La biografía realizada por  Salomón Malka, es muy ambiciosa y está dividida en dos grandes capítulos: Lugares y Rostros, presenta en la primera parte un exhaustivo recorrido por los países que Lévinas visitó y en los cuales vivió; en la segunda parte, los testimonios de estudiante de Filosofía del Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia. Miembro del Grupo de Investigación, Filosofías de la Alteridad (Registro Conciencias: COL0059749). Y vamos penetrando a Levinas y sin embargo, nada lo hemos comprendido aún. Se ha convertido en legendario el discurso pronunciado por Jacques Derrida, titulado Adiós a Emmanuel Lévinas, del cual disponemos en castellano: Derrida, Jacques, (1998), Adiós a Emmanuel Lévinas, España, Trotta.

            Y la obra de Levinas va cobrando fuerza poco a poco desde su muesrte. Levinas nace en una comunidad ortodoxa en Kovno, Rusia y es ese y no dejará de serlo, más aún, después de la shoah. Su compromiso como judío y con Israel es total y cree en la llegada del mesías entendida como era ética de justicia social. Israel es ejemplo y vanguadia en este camino. Pero su compromiso se nos escapa porqué él mismo se nos escapa como sus textos huelen a inacabado.

Ediciones Gallimard rechazó la publicación de su opus magnum, “Totalidad e Infinito. Ensayo sobre la exterioridad”. Lévinas intentó enviar su manuscrito a las llamas, pero Jean Wahl le sugirió que el texto fuese presentado como tesis doctoral. Atendiendo a esta sugerencia, Lévinas obtuvo tres años después su nombramiento como profesor en Poitiers, y posteriormente en Nanterre y la Sorbona. El ímpetu en su fallido intento de destrucción del libro expresaba una relación particular con la escritura. El acto de la escritura es para Lévinas sublimación y exaltación, esfuerzo continuo por precisar aquello que siempre se resiste al acabamiento. Y esa obsesión por una escritura que tacha, rasga y hace añicos las hojas de papel sudadas con tinta, será retomada en De otro modo que ser o más allá de la esencia (1974; trad. 1987). Allí Lévinas insistirá de manera contundente en la permanencia inacabada del Decir respecto de la traición y condensación que suele ocasionarse en lo Dicho. De modo semejante, dice su hijo pianista Michaël Lévinas: Pero mi padre es alguien que me dijo, durante el trabajo de composición, cuando yo me encontraba en un punto muerto o incapacitado para escribir, que al final era preciso aceptar el inacabado. A la edad de veinte, lo tomé eventualmente como una autorización paterna para tachar alguna cosa, pero no lo he tomado sólo de ese modo. Me dijo: ‘A veces, la cosa resulta suficiente en su inacabamiento’. […] He establecido cierto paralelismo entre la fisura del pensamiento de mi padre y el modo en que las siluetas de Giacometti, que son en el fondo contemporáneas, aparecen como gastadas o ahogadas. No hay que ponerse expresionista para decir que podrían evocar algunas siluetas de las que hemos hablado hace poco, sino que se trataría esencialmente de lo humano, el cuerpo o la vergüenza corporal. En el fondo, es eso lo que él denomina rostro. La fisura es el rostro (Malka, 2006, pp. 211-212).

El filósofo dispone de tiempo mientras escribe la obra, pero cuando ya no hay tiempo, cuando se interrumpe el tiempo, la obra se desprende del autor e inicia una vida independiente. La separación se hace explícita cuando al autor se le interrumpe el tiempo. La obra, en aquel instante de la separación, alcanza el momento enigmático de su vida independiente, para dar surgimiento a las interpretaciones, a los comentarios, a la posibilidad de que otros le den nuevos sentidos.

El empalme entre vida y obra se compromete en una misma tarea, la reconstitución de lo humano a partir de la revelación del rostro del Otro. Y esta revelación, la epifanía del Otro, funda el comienzo de una relación ética que se desenvuelve a partir del primer encuentro. El planteamiento de Lévinas atiende y responde a un único llamado, la no-subordinación del Otro por el Yo, y la búsqueda de un de otro modo que ser que piensa una nueva subjetividad, otro modo de ser del humano y del humanismo, atendiendo a la idea de Infinito o a una “idea revolucionaria” de Dios. Los temas filosóficos se mezclan y alejan de lo religioso en un acto que es ayuda y complemento, servicio y hospitalidad.




Me parece que al acercarme a Levinas atrapo sus partes más importantes pero no intentaré atraparlo por completo, daré paso a su sentido de lo inacabado en esta existencia terrenal y me abriré a la magia de la infinita reinterpretación, también de mi misma y en especial de todo otro para asistirlo en su desnudez, en su humildad y abrirnos paso a escribir juntos una nueva humanidad.


Es inútil intentar captarnos, somos instantes superpuestos,
Somos palimpsesto por  reconstruirnos en la mirada
Abierta del otro.


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