Debemos jugar con la razón nos dice Diderot. ¿Qué es el real? Es un misterio el teatro y el que está presente, esa es la magia de la representación. Todas las teorías se invalidan de alguna manera en escena. El genio va más lejos que el resto. El filósofo a diferencia del comediante, vino para poner el misterio en la mesa para aclararlo. Diderot sólo quiere conducir a la verdad y abrir puertas sin ser el que determina la verdad.
Su conducta es un juego, juega y se divierte. El juego es universal y representamos lo que somos y si no representamos eso, hemos dejado de jugar y nadie nos buscará porque no podemos representar el juego social y a veces no somos esas etiquetas que nos han impuesto desde fuera. Quizás el juego de la vida tiene poco que ver con el teatro en donde la vida real no está presente. Quizá nos mitificamos a nosotros mismos para agrandarnos como personas. Nuestras funciones al representar crecen y el arte se desarrolla y deja muy atrás al juego en la vida. Queremos ser vistos y escuchados y aclarados. En el teatro si se comprende al personaje ya no se trata de ser, se es el personaje que se actúa. Me parece que es la idea de la vida también, llegar a ser quienes hemos pretendido ser. El arte es explosivo y nunca sabe por completo lo que dice. Sus mensajes están ocultos y se van a revelar más adelante. Quizá también se juega entre la vida y la muerte. Estamos aquí para revelar misterios y ser con mayor claridad y equilibrarnos mejor entre el cuerpo y el alma. Materializar mejor a cada paso. El sufrimiento viene con la esperanza en la espera del tiempo y buscamos probabilidades. Me parece que esta distancia es igual en el aspecto de la representación de la que venimos hablando. Nunca seremos los que decimos ser y representamos. Nos aproximamos asintóticamente y se trata quizá de jugar con alegría y reírse de la distancia inalcanzable para saber jugar mejor el juego de la vida. La conciencia de la distancia debe ayudarnos a representar mejor nuestro papel en la vida y ser felices.
Agrandarnos y representarnos felices
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