Critchley discute el anarquismo en la cocina para decir que es de personas haciendo lo práctico y de ética y responsabilidad por los otros. Se llama la política popular que aterriza a las personas y es puente en el mundo real porque se trata de personas y de sus sueños y posibilidades. Los nuevos anarquismos buscan un espacio de autonomía dentro y en contra del estado en un puente de interacción y no como el viejo que se opone al estado y punto. El estado y corporaciones están ahí y el anarquismo antes intentaba derrocar al estado y el nuevo anarquismo es responsable por todo otro. Qué puede hacerse cuando nada puede hacerse y quizá sí se puede actuar incluso sin poder. Es anarquismo metropolitano que empieza desde todo otro. Critchley nos habla de un nihilismo pasivo que es contemplación y el desarrollo del jardín interior y otro activo que sería para él el que busca destruir al mundo como el caso de un Lenin y él busca el puente. Me hace pensar en el tercer espacio de interacción, ni el tuyo ni el mío, en Levinas a quien trabajo profundamente. Pero Critchley lo quiere sobrepasar y a Derrida y dice que también hay respuestas en Lacan. Se recarga en Marx sin ideología y en Freud sin el super ego. Creo que busca ser pragmático y sacar a la filosofia a las calles, quizá lograr el puente dentro y fuera, puente del respeto al individuo en responsabilidad, en el colectivo. Nos dice Levinas en totalidad e infinito que sostener la exterioridad no es sólo afirmar al mundo pero lograr oponerse a él con el cuerpo, pues el cuerpo es elevación, pero también todo el peso de la posición. El cuerpo desnudo es indigente e identifica al resto del mundo que percibe pero condicionado por su propia representación del mundo, es entonces arrancado del centro de dónde partía. Critchley quiere ir en la práctica fuera de esta desnudez con respuestas concretas inventando nuevas subjetividades políticas para aceptarlas dentro del estado. Así quiere cuestionar los movimientos radicales respondiendo a la demanda infinita del otro manteniendo una ética de la incomodidad, sería hablar de solidaridad sin consenso, nos dice Peter Gratton, él lo llama frivolidad táctica que puede resultarnos demasiado frívola pero el cambio radical no está disponible en la realidad. Critchley busca evitar la tentación de la violencia y el terrorismo en los movimientos de resistencia y en el margen entre la violencia y el pacifismo es en fonde radican el compromiso y la violencia, concluye Gratton.
Pienso que al buscar responsabilidad y comenzar de manera práctica en la cocina, alejarnos de la teoría y responder, nos aterriza más la idea de alteridad levinasiana. El corazón de su propuesta ética quiere hacer un puente pero en la práctica, pienso que no nos alejamos gran cosa de la desnudez del otro y del compromiso levinasiano con raíces bíblicas de responder por el otro y el ideal de que sólo en un mundo que logre la relación adecuada de altura y excedente que propone Levinas, puede lograrse el genuino cambio social anhelado. Para mí lo que agrega Critchley a Levinas es el llamado de atención desde du título pragmático de demanda infinita, pues nunca logramos atender al otro como quisiéramos ni resolver sus demandas interminables y es ahí en dónde por su bien, debemos impulsarlo a cambiar de actitud y a actuar, no desde la oposición y radicalización pero sí desde el asumirse y superarse. Me gusta la propuesta de Critchley porque me actualiza a Levinas y creo que nos ayuda a tender un puente a la misma radicalidad Levinasiana que nos llama a poner a las demandas de todo otro primero que las propias, el límite me parece es cuando se quiere desbordar la demanda infinita de ese otro porque le resolvamos su situación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario