La intencionalidad del éxtasis es opuesta a la de la representación, nos dice Levinas en totalidad e infinito. Se recarga en la exterioridad libre de método. Es afirmar al mundo corporalmente. El cuerpo es elevación y el peso de la posición. Es un cuerpo desnudo e indigente que identifica el centro del mundo que percibe condicionado por su propia representación del mundo y es así, como arrancado del centro de dónde partía. Es como agua que brota de la roca que lleva a esa roca dentro. Ese cuerpo desnudo vive su indigencia y sus necesidades afirmando su exterioridad como no constituida, anterior a toda afirmación. Es vencer el obstáculo. Me doy, sostenido por la imagen misma que veo. Es como si un pintor se percibiera bajando de la pintura misma que recién pintó, nos dice Levinas, pues somos nuestra posición en el mundo, su representación. El mundo así, es un instante del pensamiento. Al saciarme, las fuerzas del otro devienen las mías. Lo representado, el presente, de hecho, es ya el pasado.
Veo que al saciarnos devenimos pasado e internalizamos al otro y mientras estemos en la tierra vamos de nuevo hacia el excedente para seguir creciendo desde nuestra posición particular y de cuerpo desnudo e indigente. Reconocernos humildes y desnudos es quizás el inicio de nuestra búsqueda de redención en el mundo a través de la mirada del otro.
Me acepto desnuda para caminar hacia el excedente, el otro, en amor y compartir el mundo en elevación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario