Lo espontáneo y la norma se contraponen. La vida es polaridad que se norma e instituye normas también biológicas para hablar de la enfermedad. La vida crea normas de su comportamiento. La vida crea y se comporta como prolongación física y espiritual desde el deseo de vivir a pesar de la enfermedad. No es un capricho la vida, es una lucha por ideales que van más allá de la enfermedad contra la cual a menudo se busca venganza. Debemos curarnos hasta del deseo de curación de la enfermedad crónica. Debemos aprender a vivir con esas enfermedades crónicas, aprender de ellas y hacer las paces con nuestros cuerpos. El punto ciego de la curación va hasta el límite. La preferencia por la acción o la inacción es también compasión. Estamos mucho tiempo en esta dimensión y tenemos que aprender a vivir con nuestras características y centrarnos de nuevo. Estar en
el mundo es estar lo mejor posible y desear y amar y despertar a las miradas nuevas desde la aceptación. Esperar es anticipar y las sorpresas rompen las esperas. Queremos bonitas sorpresas que nos saquen de todas nuestras enfermedades. En el juego de la vida debemos alejarnos del trauma y esperar lo mejor para vivir mejor en certeza y confianza, lejos de todo miedo en especial, a la muerte y a la enfermedad. Podemos aprender a adaptarnos, vivir con la enfermedad y tener fe en bonitas sorpresas. Como la sorpresa de la era mesiánica. Esperar lo bueno y caminar hacia ello. Proyectarnos en salud y avance. Más allá de lo que vemos. Aprendiendo de nuestros males y superándolos para acceder a niveles espirituales superiores. Pienso sue no podemos controlar la acciones ni aspiraciones de otros y hasta cierto punto lo nuestro sí podemos. Podemos escoger lo que pensamos y desarrollamos, ensoñamos y proyectamos en amor. Que nos hagan bonitas propuestas y avancemos positivamente hacia ellas.
Recibir la vida como bellas sorpresas y flores dé vida
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