Linda sólo quería leer sus libros y viajar así a las estrellas y soñar entre las nubes que un mundo diferente era posible. Sus signos cambiaban desde que su mirada tocaba las letras y le abría las puertas del infinito. En cambio en este mundo no encontraba el acomodo adecuado, la ropa nunca embonaba con la magia de su ser interior. Sus colores no podían salir como ella lo hubiera deseado, la materialidad los limitaba. No sabía ya qué vestir. Lo mejor hubiera sido quizá un traje de astronauta que trajera su espacio mágico a los demás para que pudieran así ver las galaxias a través de ella y comprenderla, compartir su energía desbordante y su sonrisa abierta. Nada de eso ocurría y entonces Linda comenzó a escribir para aproximar los mundos que habitaba a otros a través de los libros. Gabriel fue el primero en leerla y darse cuenta de sus posibilidades. Gabriel la descubrió y se enamoró de ella a través de sus letras, ventana al alma de Linda y a sus estrellas. Linda mantenía sus escritos en secreto porque le daba pena mostrarlos, pensaba que debía esperar alguna señal para estar preparada, algo así como la ropa adecuada para mostrarlos. Y no la encontraba nunca. Pero como se dejó llevar por Gabriel desde la primera mirada, se atrevió a compartirle sus textos. Gabriel multiplicó su amor por Linda llevando sus textos a otros. Los rostros sonrientes de sus lectores se aproximaban a Linda para contagiarse aún más de sus estrellas. Y sin embargo, la ropa adecuada nunca llegó a Linda, y sin embargo, los límites del planeta no le dieron su traje de astronauta, pero Gabriel y Linda vivieron felices en sus escritos y para compartirlos a otros y hacerlos soñar y sonreír sin límites en este mundo limitado.
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