Nancy quería vivir para palpitar entre estrellas, en el cotidiano, tiempos y nubes parecían alejarla de su cometido existencial. No podía comprender la razón de su caos interior al tener que resolver problemas burdos cuando ella se resolvía palpitando. Ya había notado que nadie lo lograba cerca de ella, o lo lograban de manera menos frecuente, menos intensa, menos profunda. Entonces le era difícil comunicarse con los demás, hasta que llegó Moisés a su vida y ¡qué increíble!, palpitaban de la misma manera, en especial lejos de los demás humanos que no comprendían sus palpitaciones. Entonces Nancy soñaba con escenas y viajes que perpetuaran sus encuentros y palpitaciones. Entonces Nancy sólo quería partir. Imaginaba qué pondría en sus maletas y hacia dónde se dirigiría con Moisés, pero Moisés no quería viajar, era preso del repetitivo cotidiano y sólo estaba de pie para mantener encendidas sus ilusiones y la cuidaba muy bonito, alimentando sus esperanzas, manteniéndola en vida, palpitando para iluminar a otros en su camino y palpitando juntos de vez en cuando, para soñar con multiplicar el infinito y permanecer en él. Quizá mañana harían juntos ese viaje palpitante.
Levantar la lanza imaginaria para palpitar juntos
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