Eva quería intervenir la historia y modificar su curso, trataba de combatir los problemas de la vida en un cotidiano moderno que la automatizaba y cuando se sentía al borde de la explosión ante las demandas interminables de su existencia, soltaba todo y se entregaba a Carlos. Ya nada era importante, sólo pasar su tiempo con Carlos y entrar en su dinámica existencial, y abandonarse a él, a sus sueños y compromisos, a su estar en el mundo. Pensaba en un viaje diferente de vida, en existir para él. Sin embargo, no dejaba de ser un sueño porque tampoco podía pegarse a Carlos de esa manera pues sería una elección buscando una salida a sus problemas y no un amor desmedido por él. Entonces Eva pensaba en sus memorias unidos y reconstruía su relación. Sus promesas a partir de ahí eran el paraíso mismo o la nada, dualidad existencial que la perseguía así como su nombre, pecado original y seducción, el árbol de la vida y del del saber. Sus elecciones la determinaban y su nombre se relacionaba mucho con la Creación del mundo, con Carlos y ella, con la creación de sus días en la tierra a través de sus elecciones. Buscando una mayor conciencia decidiría paso a paso la creación de su existencia y todo avanzaría para bien y mejor, lo sabía.
Eva decide crear su vida en conciencia
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