La intensidad de un momento especial entre ellos había pasado y ahora era importante construir un camino diferente. Ana no sabía la dirección ni los signos de su destino pero menos conocía la dirección de Elías. Quería disimular el trance que sentía y decidió concentrarse en la disciplina que la caracterizaba. Su vida estaba organizada con sumo cuidado y Elías rompió con todo a través de la plática retadora de su conferencia. Ahora, regresar del trance y continuar por la vida pero quizá más alegre por la nueva esperanza interior, por la posibilidad de sentirse sacudir y dar nuevos partos en su vida predecible. Sí le gustaba predecir sus pasos, pero también poder cambiar y sacudir viejas telarañas. ¿Qué es el amor a la vida? Quizás es aprender nuevas historias de otros y sus soluciones existenciales y entregarse a soñar y crear juntos. Ana sospechaba que el mundo tenía nuevos mensajes ocultos para ella desde una libertad existencial diferente, nuevos paisajes en clave por descifrar. Una simple conferencia podía cambiarlo todo. No estaba segura si el impacto de la conferencia en ella fue por las ideas o por la atracción hacia Elías, pero el momento había pasado, también el trance. No tenía la dirección de Elías. El encuentro ya había dejado sus semillas en ella. Con gran velocidad, volando cual colibrí, Ana llenaría el mundo con sus luces. Nuevos colores en sus alas inspirarían la libertad en otros y las ganas de vivir y compartir en la tierra desde el juego, descubrir y aceptar toda diferencia, todo resultado, fluir en integración. No tenía la dirección de Elías.
Aceptarse, fluir en amor y crear juntos
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