Grace Nehmad

martes, 20 de septiembre de 2022

Héctor y Lía, Lía y Héctor

 Lía quiso esperar más tiempo en la fila y fue entonces que se vino el derrumbe. Su vida cambió en cuestión de segundos. No pasó ninguna desgracia. Al contrario. En su mente se abrió un puente de luz entre los gritos de la gente que corrió asustada y temerosa. No se reportaron problemas en la ciudad. Sólo que tendría que comenzar su trámite, la fila interminable, de nuevo. Pero ya no le importaba porque encontró una luz en su camino viciado. Comprendió que podía activar esa chispa cuando quisiera y algo importante en ella se liberó y creció. Las ideas se le habían estancado y sus entornos divergentes no le ayudaban a centrarse ni a encontrar su punto de encaje en el planeta. Héctor, menos le ayudaba. Se reflejaba en el espejo de sus ojos de manera mecánica y su corta visión la atrapaba y seducía, la convertía en una perdedora eterna. En esa fila tuvo la visión y comprendió que el reflejo en Héctor era ella misma. Nunca lo había mirado en apertura. Entonces se escuchaba en sus historias repetitivas y sin salida. Pero se trataba de ella, de Lía. No había visto el excedente antes, hasta ese derrumbe se le manifestó. El excedente era su posibilidad real de cambio. No cambiaría en un ciclo cerrado, y después del derrumbe, Lía se abría para Héctor y Héctor era ella misma que vivía solitaria, sin establecer verdaderos lazos con nadie. Un derrumbe, como si las piedras desbordantes lo explicaran todo. Ellas no estaban presentes en ninguna historia anterior y ahora Héctor también comprendería el infinito que les abrirían en sus vidas entrelazadas.


El derrumbe de su amor

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