Grace Nehmad

jueves, 29 de septiembre de 2022

Cuento de Alfredo



 Alfredo soñaba otra cosa de la vida y no encontraba su rescate. El despertador sonaba de nuevo. La rutina lo invadía de pies a cabeza. Se levantó confundido. Las primeras impresiones se las había llevado el viento. Eran blancas ilusiones de romper su estado mecánico de ser o más bien, de no ser. Elementos sorpresivos de la existencia una y otra vez se estancaron. Las fuerzas lo abandonaban y ya ni las flores de su pequeño jardín lo reanimaban. Desayunó desganado y apresuró un café para el camino. El trabajo fue más aburrido que otros días y como llovía, consiguió salir más temprano sin entretenerse platicando con los guardias del edificio. Le caían bien. Le gustaba intercambiar impresiones con todo el personal de su empresa, como si en la charla le darían ideas nuevas para enfocar mejor su trabajo. La verdad es que también quería saber más de otras formas de vida, de otras perspectivas. La pregunta central no se contestaba, ¿cuál es el tema de vida? Cada uno desarrolla ciertos elementos y se comparte mucho, supuestamente como humanidad, un gran tema, pero Alfredo sólo percibía fragmentos. Sin embargo, dentro de su letargo cotidiano, supo que algo cambiaría pues ya no estaba dispuesto a vivir así, arrastrando su tiempo en la tierra. Entonces estrenó su paraguas, estrenó la temporada de lluvias. El asfalto húmedo despedía un olor a piedra fresca que le gustaba. Quiso sentirlo más tiempo y se sentó en la terraza techada de un café próximo a la oficina. Impregnado de las sensaciones bellas que le trajo la lluvia, se sintió lejos de los conflictos y la velocidad de la ciudad. Despertaron sueños antiguos de ser otro. Entendió que también estaba cansado de sus personajes de vida pues siempre lo leían de la misma manera. Alfredo quería abandonar esas etiquetas apretadas. Y no es que ella cambiaría todo, pero al escucharla hablar a sus espaldas sintió un despertar desconocido. Fue ella con su seguridad y su ritmo de voz, con su risa clara. Alfredo no la aproximó ese día ni ningún otro, pero siguió yendo a la terraza de ese café a diario a escucharla y se supo libre en su voz, en su cobijo, en su mirada que lo acariciaba entre historias. 

Alfredo se atrevió a recorrer nuevas luces en su mirada

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