Grace Nehmad

lunes, 23 de octubre de 2023

Verdad y justicia

 La libertad es puesta en duda, nos dice Levinas en Totalidad e infinito, pues la vocación a la verdad del intelecto desde la exterioridad no logra la justicia esperada en la práctica. Se busca entonces comprender para intervenir a la justicia a través del orden moral. El hecho deja de ser irrevocable y no debe ser obstáculo al acto bueno, espontáneo. La libertad sería norma no sujeta a las normas, pero debe pasar por el intelecto con cierto respeto al objeto, entonces algo en lo espontáneo se inhibe. La teoría suspende el acto y lo cuestiona a distancia, en reserva, se pone en sospecha de sí. La libertad debe volverse justa. Hay un error que es madre de toda sabiduría, nos dice Levinas, como el fracaso de mi espontaneidad y mi libertad limitada por la razón o por no haber tenido libertad de decisión de la propia vida. Viene entonces la idea del acuerdo de mi libertad con la libertad del otro para lograr justicia.  La crítica de la espontaneidad y de mi libertad ponen en duda el lugar del mundo en mí, mi conciencia de él. Así, la conciencia primera de mi inmoralidad no es subordinación al hecho, pero sí al otro, al infinito. Aquí se contraponen las ideas de totalidad y de infinito. Una es teórica y la otra moral. La libertad que se avergüenza de sí misma funda la verdad.Así se debe desear el infinito, el otro me lo abre cuando lo acojo desde la conciencia moral. Es la revelación a una resistencia a mis poderes. La libertad deja de justificarse de manera arbitraria, nos dice Levinas, y no se justifica a sí misma. El otro cuestiona mi libertad y me permite revelar el infinito desde su rostro que me interpela y lejos de la idea de totalidad que todo lo mata.



Cuestionas, escribes y dialogas, abriendo el infinito en el rostro del otro y te desdoblas

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