¿La competencia es con nosotros mismos o con el exterior? El mundo y yo, ir y venir porque tampoco es real que podemos borrar nuestro entorno. Tenemos diferentes relaciones y eventos exteriores que nos afectan de diferentes maneras. También está el cuerpo que nos llama la atención a su cuidado. La vida es significativa y absurda al mismo tiempo, exterior e interior de diferentes maneras. El camino interior es más satisfactorio y luminoso, equilibra y nos nutre desde dentro, pero es mentira que podemos vivir aislados. La mirada del otro estimula y logra intercambios interesantes. No vinimos solos a la existencia terrenal. Debemos buscar los equilibrios que nos hagan mejor y desde donde ayudemos mejor a otros. Lo malo también es que ya es demasiado de todo y nos recargamos mayoritariamente en los clásicos. Por otra parte la vida termina y las contradicciones abundan. Crear es un gran impulso de vida, nos dice Nietzsche, pero el adversario va con la voluntad de potencia, es el movimiento de la vida en sí. El poder domina, pero no es guerra en realidad, es la potencia que quiere con cierta pasividad, es el sol que sube y baja, pero la duda es cómo reaccionamos o nos dejamos ser pasivos. Nos podemos comprometer con la vida de otra manera, en un equilibrio cuerpo-alma, interior-exterior. Podemos al menos tratar de encontrar el equilibrio anhelado y actuar, no quedarnos solamente pasivos. Se complica porque no hay soluciones simples. No competir tampoco parece sano. Debo jugar mi juego y tratar de vencer al adversario. Respetar el juego y combatir en alegría. No se trata de aplastar al otro, se trata de tomar su estímulo para competir conmigo mismo en alianza y escucha. No son tareas de evidente solución, al final deben resolverse, debemos resolvernos en la vida y continuarla con dignidad.
Un paisaje libre para ser en libertad y competir con uno mismo
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