Se trata de relacionarnos con lo ateo absoluto, nos dice Levinas, libre y depurado de la violencia de lo sagrado que a menudo está cargado de juicio. Se nos permite así una bondad desde la esencia, más natural, que nos emana en amor. Así, un ser ateo se aproxima al otro con la idea del infinito en sí mismo y en una relación metafísica depurada de mitos en monoteísmo, donde la relación es revelación, es discurso en el amanecer de la relación humana. Así, se entiende la palabra divina en la relación misma no desde el objeto en sí, mediatizada por la revelación divina. Se trata así de contener la idea del infinito dentro desde una cierta separación. El otro es así maestro y alumno, amigo hostil a través de mi idea del infinito y en un frente a frente reflexiono sobre mí mismo y me pongo en duda, me cuestiono frente a la autoridad del otro. Nos habla Levinas me parece, de las relaciones verdaderas que vinimos a experimentar para asistir a todo otro y llevar a cabo nuestras misiones de vida en paz y amor, desde este contacto con lo divino y con la capacidad de separarnos de ello y materializarlo para el otro.
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