Grace Nehmad

jueves, 17 de septiembre de 2020

Horizonte en Husserl y Levinas

 

Horizonte en Husserl y Levinas

Aparece horizonte como curiosidad, surge del deseo de saber. Mi horizonte es mi campo de percepción, el telón de fondo del sentido de mi propio mundo. El concepto de horizonte es desde muy temprano central para Husserl al momento de abordar la cuestión del conocimiento. Dicho de forma muy rudimentaria, la idea de horizonte presume que al momento que yo tengo experiencia actual de algo, éste algo está “rodeado” o “envuelto” por un horizonte de inactualidades que eventualmente podrían ser actuales en la medida que yo cambie el foco de mi atención. Los ejemplos de fenomenología de la percepción desarrollados por el mismo Husserl en diversos lugares dan buena cuenta de esto. Ahora bien, la estructura horizóntica es, en verdad, una estructura de la razón en general y, por esto, se extiende también a la razón práctica y valorativa. “Los horizontes son posibilidades predelineadas” dirá Husserl , y volcándonos en la vida práctica en particular, la expresión “yo puedo”, designa el hecho de que se nos presentan tales horizontes de acciones posibles más o menos determinadas por las cuales yo puedo libremente orientarme. Tales posibilidades predelineadas de mi vida práctica constituyen mi horizonte práctico. Nos enfocamos entonces hacia un yo ideal según Husserl, la mejor versión de nosotros mismos, nuestro “yo verdadero”. Este yo ideal consiste, podríamos decirlo así, en el telón de fondo de nuestra vida práctica: aquél que siempre se ubica más allá, que da pauta a las acciones de cada uno y nos sugiere siempre la idea de que podemos ser mejor que como hoy somos; que nuestra tarea en la vida no ha concluido porque aún hay cosas que hacer para tener una vida aún más llena de valor, y que hacerlo precisamente de esa forma nos hace más felices. “Cada hombre éticamente consciente tiene su yo ideal como tarea infinita”, dice Husserl y ese yo ideal se desarrolla en concreto en un horizonte práctico de posibilidades concretas. Para Levinas el yo ideal sólo existe en función del otro y el infinito se abre en el rostro del otro en el cual se centra la atención mental y no en sí mismo. Los planes puestos en el otro ya no requieren una lista de cosas que deseo hacer para mí como propósitos existenciales sino para el otro y ahí la lista se hace infinita. Entonces el yo ideal sería para dar más y mejor a todo otro. Levinas no habla de un horizonte como tal, pero lo tiene muy presente porque busca lo concreto, la acción para ayudar al otro y ella sólo puede materializarse en un horizonte específico de posibilidades.


Mi horizonte se define en función del otro.

Aclaro objetivos de ayuda en la mirada, en su mirada,

percepción amorosa desarrollada.

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