Horizonte en
Husserl y Levinas
Aparece horizonte
como curiosidad, surge del deseo de saber. Mi horizonte es mi campo de
percepción, el telón de fondo del sentido de mi propio mundo. El concepto de
horizonte es desde muy temprano central para Husserl al momento de abordar la
cuestión del conocimiento. Dicho de forma muy rudimentaria, la idea de
horizonte presume que al momento que yo tengo experiencia actual de algo, éste
algo está “rodeado” o “envuelto” por un horizonte de inactualidades que eventualmente
podrían ser actuales en la medida que yo cambie el foco de mi atención. Los
ejemplos de fenomenología de la percepción desarrollados por el mismo Husserl
en diversos lugares dan buena cuenta de esto. Ahora bien, la estructura
horizóntica es, en verdad, una estructura de la razón en general y, por esto,
se extiende también a la razón práctica y valorativa. “Los horizontes son
posibilidades predelineadas” dirá Husserl , y volcándonos en la vida práctica
en particular, la expresión “yo puedo”, designa el hecho de que se nos
presentan tales horizontes de acciones posibles más o menos determinadas por
las cuales yo puedo libremente orientarme. Tales posibilidades predelineadas de
mi vida práctica constituyen mi horizonte práctico. Nos enfocamos entonces
hacia un yo ideal según Husserl, la mejor versión de nosotros mismos, nuestro
“yo verdadero”. Este yo ideal consiste, podríamos decirlo así, en el telón de
fondo de nuestra vida práctica: aquél que siempre se ubica más allá, que da
pauta a las acciones de cada uno y nos sugiere siempre la idea de que podemos
ser mejor que como hoy somos; que nuestra tarea en la vida no ha concluido
porque aún hay cosas que hacer para tener una vida aún más llena de valor, y
que hacerlo precisamente de esa forma nos hace más felices. “Cada hombre
éticamente consciente tiene su yo ideal como tarea infinita”, dice Husserl y
ese yo ideal se desarrolla en concreto en un horizonte práctico de
posibilidades concretas. Para Levinas el yo ideal sólo existe en función del
otro y el infinito se abre en el rostro del otro en el cual se centra la
atención mental y no en sí mismo. Los planes puestos en el otro ya no requieren
una lista de cosas que deseo hacer para mí como propósitos existenciales sino
para el otro y ahí la lista se hace infinita. Entonces el yo ideal sería para
dar más y mejor a todo otro. Levinas no habla de un horizonte como tal, pero lo
tiene muy presente porque busca lo concreto, la acción para ayudar al otro y
ella sólo puede materializarse en un horizonte específico de posibilidades.
Mi horizonte se define en función del otro.
Aclaro objetivos de ayuda en la mirada, en su mirada,
percepción amorosa desarrollada.
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