Andrea quería saber más. No le bastaba cuanto observaba para nutrir sus inquietudes efervescentes. Entonces apareció Jack en su camino y la llevó de la mano por caminos que sospechaba pero no se atrevía a investigar. Ella sabía de la existencia de mundos más fluidos, de mundos paralelos que aparecían en el fluido específico del alma, en el camino interior, arrancados de la historia. Fuera de marcos rígidos, Andrea y Jack lograrían un brinco exponencial de la humanidad desde la pluralidad y la expresión de sus vacíos, lo sabía. Andrea quería sanar desde la imaginación y el conocimiento, desde la representación mental que se materializa y libera dudas y ambigüedades. Jack le ayudaba a estructurarse y juntos construían el esqueleto de un mundo mejor. Es verdad que tenía que esperar con calma, sin desbordar ímpetus, y atrapar sus sentimientos para que dejaran de ser ilusiones. El tiempo tiene un intervalo para la toma de decisiones, se decía, y de ahí se materializa con la ayuda del movimiento espontáneo inicial. Su unión con Jack era central para materializar sus búsquedas. Jack era espejo y compañía, sueño, inspiración y materialización. Juntos se amaban y materializaban la posibilidad de la diversidad. La experiencia debe coordinarse con la diversidad radical del mundo para materializar, pensaba Andrea, y su amor por Jack lo hacía posible. Se diversificaba a través de la experiencia de la vida misma con Jack, y juntos llegaban lejos y avanzaban en sus mundos paralelos, dimensiones alternativas del amor que se arranca de la historia para ser en autenticidad y elevación. Paso a paso, unidos materializarían en fluidez de mundos paralelos y libres de etiquetas para empujar a través de su relación amorosa, la evolución del universo.
Desde su amor empujar la evolución del universo
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