La gente se pierde en cultos y ese es el problema de la gracia divina, su esencia se distorsiona. No se trata de propagar el culto a la personalidad, es más bien hacer las cosas que ayuden a los demás y les permitan avanzar en la vida, desarrollarse y ayudar a otros en el camino. El problema es sí valorar el carisma y la gracia divina, tampoco exagerar y recargarse en estos aspectos de la vida. El justo medio es importante. Las injusticias en la tierra nos llevan al ideal, a buscarlo y esperarlo. Quizá sería mejor limitar el mal en la tierra y ya, pero para limitarlo, primero debemos idearlo y buscar decisiones diferentes, esas que nos empujen más lejos desde la superación individual y colectiva. El carisma y la gracia deben ser mecanismos que nos ayuden a llevar a otros hacia la luz, hacia las cosas bellas de la vida. Las bellas ideas y el carisma nos empujan hacia sociedades más justas y mejores mundos, esos que vislumbramos como posibles, como enmarcados con lo mejor de nosotros para darnos desinteresadamente a todo otro y compartir la vida en amor.
El alma en su esencia emana gracia divina para compartirse y contagiar
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