Hay procesos de salud y enfermedad que se confrontan en una dinámica de vida y sus relaciones cuerpo y alma, espíritu y materia. Somos libres y autónomos y al mismo tiempo hay límites dentro y fuera que nos atacan. Además, las emociones y sus grados de influencia en nuestro ser, nos hacen percibir de diferentes maneras nuestro estado de salud y enfermedad y nuestro estar en el mundo que no es igual en ningún momento. Las variables que pueden hacernos sentir más sanos o enfermos son hechos físicos pero también se relacionan con nuestra lectura de la realidad. Las pasiones nos dominan y somos capaces de interpretarnos de diferentes maneras. Se encuentran en juego los factores que podemos controlar y aquellos que somos incapaces de cambiar e incluso en ese caso nuestra interpretación es central. Hay una concepción negativa de varios aspectos y una positiva de otros, aceptación o rechazo social y vamos representando diferentes roles en nuestras vidas. De entrada rechazamos a todo enfermo y tememos el contagio, se vuelve grotesco nuestro comportamiento preventivo, algo obsesivo. De todo tipo de situaciones generamos historias complejas que rechazan las diferencias y lo que se aleja a lo esperado y convencional. Debemos ser responsables de nuestras interpretaciones y aspiraciones favorables y dejar de temer el correr del tiempo. Alejarnos de toda etiqueta nos diría Levinas, hacer nuestro trabajo en la tierra y asistir a todo otro en amor. Podemos ser alegres y ser para en equilibrio, en salud en todas nuestras dimensiones. Tratemos de concentrarnos en nuestras tareas cotidianas desarrolladas con amor y entrega, lejos de sentirnos víctimas o marionetas, empoderemos nuestra existencia para darnos y ayudar más en amor y aceptación, de nuestra edad edad y nuestro cuerpo. Somos cambiantes pero centremos roles y energías para dar más y mejor desde la autonomía.
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