Los sistemas de viaje son diferentes a lo cotidiano, salirse para Sofía de su universo de trabajo y experimentar universos paralelos, es un regalo de la vida. Sofía se olvida de todo y de todos y descubre corazones puros. Decide detener incluso su historia con Julio. Julio es muy bueno, pero muy controlador y Sofía pierde libertad en su cercanía. Lejos, ella se deja seducir por los fantasmas de sus recuerdos de la infancia, por los valores de la infancia o por sus propias aspiraciones de vida iniciales que rompen con el margen rígido existencial del momento. Para Sofía somos inmortales y nada termina con la muerte, igual en la tierra estamos y no, realizamos nuestros escenarios de vida y al salir de ellos, nos mostramos desnudos a la existencia terrenal en curso, limitada, pero que intenta dejar entrar a través de ciertas rendijas la magia, lejos del poder humano dominante. El lenguaje en su seducción juega con las posibilidades que entretiene pero de manera más intensa de viaje. Nuestras facultades mentales y espirituales juegan y los viajes, los árboles y sus aires naturales inyectan bajo la piel otros equilibrios y sueños perdidos en alguna esquina del alma. En los viajes sin Julio, Sofía se transforma en una novia liberada, es joven de nuevo, incluso niña, y cuestiona su derrotero, juega con sus fantasmas y personajes mágicos que no entran en su planeta de otra manera. A su regreso, Julio tarda en adaptarse a la Sofía viajera, pero le gusta impulsarla a viajar porque al final, ambos se redescubren en su experiencia, y a Sofía le gusta su estabilidad, la necesita.
Sofía sospecha sus fantasmas y los recibe con alegría a cada viaje
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