De acuerdo con Levinas en Dios, la muerte y el tiempo nos regresa a Descartes para conectarnos con el infinito en lo finito de nuestra existencia y ya no sólo en la fenomenología Husserliana de la intencionalidad. Se trata de regresar a la representación de la intencionalidad. Lo finito no comprende el infinito, pero se abre a él, a su excedente que representa, al otro. Se abre la diacronía en nosotros. El sujeto regresa a su inmanencia y despierta al infinito, lo acoge. El amor es posible por el infinito que entra en mí y va más allá del interés, es amor sin eros, trascendencia ética. El yo es aquí la pasividad más pasiva que toda pasividad. La ética no es ya un momento del ser, pero otra manera de ser y mejor que ser. Entonces se llega a la responsabilidad y se instala lo divino en nosotros para servir a todo otro. Los jasídicos caminan en este mundo arriba y abajo nos dice jok le Israel en levítico. La conexión con el mundo superior no debe perderse y tampoco la humildad, en mundo terrenal de abajo y todo acto o pensamiento repercute arriba y abajo. Las palabras manifestadas aquí afectan arriba y después se nos regresan. El diálogo es central, dice el Rabino Yerajmiel Barylka en radio jai para sacar a Egipto, la esclavitud, de nuestros corazones. Entonces vemos que el texto hoy cobra vida con nuestra conciencia y responsabilidad, desde el diálogo y el movimiento, pues de otra manera permanece un texto muerto y sinsentido. Debemos de avanzar juntos en transmisión, unión y evolución, en responsabilidad.
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