La alteridad
del próximo, nos dice Levinas, llama a
la singularidad irremplazable que brilla en mí. No somos lo suficientemente
pasivos, pero entonces, el ser se transforma en signo y significa antes que ser,
es desinteresadamente de su esencia. El signo no se posa por el mismo y deja su
plasticidad y función de signo al otro. El decir prolonga la pasividad a pesar de
su actividad aparente. El único escogido me da una nueva identidad en un significado
del infinito. Nos sustituimos al otro. El enigma del infinito con el decir en
mí es responsabilidad donde nadie me asiste y se hace respuesta del infinito,
respuesta donde todo me concierne y me señala. Entonces entro en los designios
del infinito. Este compromiso se adquiere en la cercanía del rostro del otro
para ser llamado a asistirlo.
soy para el otro, en sus sueños y proyectos
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